El genial reto de Yalil Guerra de captar las esencias de un país
El fonograma Cuba: The Legacy (RYCY Symphonic Series, Vol. I), de los compositores cubano-estadounidenses Aurelio de la Vega y Yalil Guerra, se encuentra entre los seleccionados, este año, para los Latin Grammy.
La placa, grabada en la nación caribeña junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, bajo la dirección del maestro Enrique Pérez Mesa, incluye la pieza Intrata, de Aurelio de la Vega –la cual nunca se había escuchado antes en La Habana–, y la premier mundial de la sinfonía La Palma Real, de Yalil Guerra.
Con este material, la mayor de las Antillas se muestra como un mundo de sonoridades más allá de lo conocido popularmente a nivel internacional, con dos compositores de música sinfónica que explotan todas sus potencialidades.
Sin embargo, por su belleza, densidad y significado, llama la atención en el registro la obra La Palma Real, su primera sinfonía, pieza que logra captar las esencias más profundas de un país.
Con ella, Yalil rinde homenaje al más universal de los cubanos, José Martí, quien diera su vida por la libertad de la nación y en su existencia se inspiró para componer los cuatro movimientos, que son un referente del insigne patriota cubano: El Exilio, La batalla de Dos Ríos, La Elegía y, por último, El Legado.
En declaraciones exclusivas a Radio Enciclopedia, el maestro responde acerca del surgimiento de este magno proyecto:
“Estoy desde el año 2017 haciendo mis estudios doctorales de composición en la Universidad de Los Ángeles (UCLA) y como parte de la asignatura de Orquestación el profesor pidió que hiciéramos una obra de cuatro minutos para que solamente se tocara con la orquesta de la escuela y desde ese primer momento me dije: «yo no voy a desperdiciar cuatro minutos de música para que sea solo un ejercicio de clase» y me propuse hacer una obra de más duración y que perdure como parte del catálogo”.
Revela el compositor que comenzó el proyecto y cuando estaba alrededor de la mitad de ese primer movimiento, le apareció como un rayo de luz que lo alumbró y surgió el nombre de José Martí; y así, desde ese momento, centró mucho más el pensamiento en una obra de más aliento.
“Ya después de terminado ese primer movimiento que es El Exilio, recoge ese temor por lo que va a venir, esa angustia, reunida en la parte coral que tiene el primer movimiento, más la parte de las batallas, que él tenía por la liberación de Cuba y esa fue la base de lo que fundó el resto de la sinfonía”.
Los gestos del talentoso compositor, sus manos, su voz expresan cuánta fuerza le produjo evocar tan hermosa gesta hecha música en el segundo movimiento titulado La batalla de Dos Ríos.
“En esa batalla inserto el principio del Himno Nacional de Cuba y la primera trompeta es Martí, es como un personaje, la segunda es Antonio Maceo, pero llega un momento que se desvían, para un lado y otro, eso representa las diferencias que habían en el pensamiento entre los generales y el Apóstol.”
En este punto Yalil Guerra sumerge la obra en la histórica aparición del capitán general de Cuba, Valeriano Weyler, quien decretó la reconcentración que es uno de los capítulos más cruentos en la historia de la nación: “es un momento de mucha tensión, trágico, es el recordatorio del por qué es la lucha por la independencia de Cuba y de la necesidad de despojarse del yugo español”.
A posteriori el maestro Yalil decide terminar el segundo movimiento: “me pregunté cómo terminaría, requería un clímax, algo bien fuerte, y decidí buscar el final del Himno Nacional de Cuba que es “morir por la Patria es vivir”, y ahí hay un movimiento en la orquesta que simboliza lo que es el tiro que le dan a Martí y muere. Si cierran los ojos verán la batalla y se podrán guiar por ese viaje histórico”.
En su narración, acota que incluye también en La batalla de Dos Ríos, el Himno Invasor, presente solapadamente en pasajes asumidos en las percusiones y trompetas, mezclado.
“Entra el tercer movimiento, La Elegía, es el final de ese combate, donde está toda esa tranquilidad, personas muertas, heridas, se escuchan solos, almas que están elevándose y empieza un lamento, una elegía que utilizo el mismo coral que se escuchó en el primer movimiento, igual, en el segundo y reaparece en el tercero, pero de una manera diferente. Toda esta poesía musical se cierra con campanas, pues como mismo comenzó, culminó, las campanas del Himno Nacional, en honor a los cubanos que reclaman la libertad de la Patria, ofrendado su vida en la batalla”.
Confiesa el propio Guerra que decidió titular el cuarto movimiento El Legado porque pensó en la herencia que ha dejado José Martí en todos los cubanos, ya que de esa savia se nutre el sentido patrio, el orgullo nacional de los cubanos.
“Para ello opté por utilizar la fuga, que es un género musical bien difícil de hacer, muy complicado, muy pocos compositores en la historia de la música se han dedicado especialmente en los últimos 100 años a componer fugas, Max Steiner fue uno de ellos, de ahí hacia atrás Johann Sebastian Bach es el rey, Ludwig Van Beethoven, Wolfgang Amadeus Mozart lo cultivó una que otra vez, pero no es un género muy usado, es muy difícil de hacer… y soy una persona de retos, me gusta hacer cosas que parezcan imposibles”.
“La parte final –explica el autor– es una fuga doble a cuatro voces, en un primer momento; después abro una segunda fuga inspirada en el segundo tema de esta primera, a seis voces, algo bastante complejo”.
“En este último movimiento, El Legado, recapitulo todo lo que se ha escuchado, son temas del exilio, la presencia de Valeriano Weyler, la muerte en Dos Ríos, hasta la coda, toda esta tensión se convierte en una tonalidad mayor, con un aliento positivo, un final de esperanza”.