Daymé Arocena, revelación del latin jazz de Cuba
La cantautora Daymé Arocena, una revelación del latin jazz de Cuba, asume ese género como una "filosofía de vida" que se le metió "en vena" y le permite la "libertad creativa" de fusionarlo con ritmos de la isla para interpretarlos con una mirada renovada.
"El jazz invita al diálogo, es libertad de expresión sobre todo, es como estar conversando con el que toca contigo. Me resulta tan rico, es una solución de conceptos más allá de un género y no me siento atada a que la música tenga que ser de una manera", dijo Arocena en una entrevista con Efe.
Hija del "orisha" Yemayá, deidad del mar en el panteón de la santería afrocubana, esta intérprete es a sus 26 años una mujer llena de matices, expresiva, espontánea, dueña de una voz poderosa y contagiosa sonrisa de marfil, que canta descalza y vestida de blanco un jazz cruzado con el mestizaje musical de su isla natal.
Y así identifica su visión del jazz, como "la mamá, el inicio, un género que dentro de su celo cuando decides hacerlo le vendes tu alma al diablo, haces un pacto de sangre, lo cantas" y desde otra óptica interpreta el bolero, la salsa, el reguetón, la timba y el guaguancó.
Dice que el jazz la eligió para cantar porque "era cosa del destino" y recuerda su primer encuentro con él cuando estudiaba dirección coral y la Big Band del conservatorio Amadeo Roldán la invitó a interpretarlo.
"Allí es donde me enfrenté por primera vez a la partitura fría de dos canciones de jazz y mi manera de interpretar esa música era tan inocente que resultó inusual y me propusieron quedarme como cantante principal", rememora.
Tras escuchar a referentes como las estadounidenses Billie Holiday, Aretha Franklyn y Ella Fitzgerald, se fascinó con la camaleónica Nina Simone, otra reina del rhythm and blues y el soul, cuya "energía" quiso emular y a partir de entonces el jazz se le "metió en vena".
Arocena aprendió piano y otros instrumentos pero cantar era su "vocación natural" aparejada a la composición a la que se enfocó desde la adolescencia, y con el sueño de llevar sus canciones a un escenario formó una banda integrada por chicas.
Ahora compone más a partir de la buena acogida internacional a su música, que le ha generado peticiones para el cine, algo que disfruta "muchísimo" porque se siente "superconectada" con las artes visuales.
Para esta joven la canción "está en el aire, llega en cualquier momento" y por eso ha compuesto tanto en los aviones, sobre todo sobre el tema que más le inspira, el de las "decepciones amorosas que todos los humanos vivimos", dice riendo.
Ante "el reto" de interpretar la música creada por los estadounidenses está convencida de que sus canciones le han abierto las puertas porque al cantar sus composiciones es "muy estrecho" el margen para cuestionar.
Cinco discos avalan su trayectoria: "El profundo sonido de las piedras", marcado por la presencia femenina; "Habana Cultura Sessions", el preámbulo de "Nueva Era" (2015); y un documental sobre la rumba cubana convertido en el álbum "Canciones de una toma" por Brownswood Recording, la discográfica inglesa que la fichó hace cuatro años.
"Cubafonía" aparece en 2017 y es, afirma, "el hijo" que más ha "planificado" y aún le da "alegrías" como la del tema "Mambo Na'Má", recién seleccionado por la estadounidense National Public Radio como una de las 200 mejores canciones del siglo XXI escritas por mujeres.
Arocena aparece en el lugar 167 junto a grandes estrellas internacionales como Beyoncé, Adele, Concha Buika o Amy Winehouse.
En estos días, la cantante graba en La Habana su próximo álbum, "más conceptual" y "jazzísticamente oscuro", para ilustrar que la música folclórica cubana es su "columna vertebral" y homenajear a músicos cubanos como Arsenio Rodríguez, Emiliano Salvador y la cantante La Lupe que son su "escuela".
Arocena afirma que su religión "mayor" es la música y cree que expresar "libremente" sus creencias a través de ella hace que su trabajo sea "más picantoso y con más sabor".
La cantante aspira a crear un espacio en Cuba donde presentar las bandas de música que ha descubierto en países como Australia y Turquía.
Al final, explica el enigma de subir descalza a los escenarios como un "acto de rebeldía" con el se dejó atrás "estigmas y códigos" de belleza que no tienen que ver con ella para sentirse "cómoda" porque con los tacones "no me concentraba".
Daymé Arocena cree que el mundo está a la espera de "más gente sincera, que se quieran como son, más presidentes que lloren en público por una canción" y personas que "son como son y su éxito lo logran por ser quienes son".