Artista visual cubana que desarrolla su trabajo a través de diferentes manifestaciones entre ellas, de la pintura, la escultura, la instalación, y la fotografía.
Se graduó con honores en la Academia Nacional de Bellas Artes “San Alejandro” de La Habana, (2006-2010), donde impartió diferentes talleres y conferencias para los estudiantes posteriormente.
Es autora de importantes proyectos de arte público, algunos de estos desarrollados en distintas Bienales de La Habana (2012, 2015, 2019), como por ejemplo “Happily Ever After”, obra representativa del proyecto curatorial “Detrás del Muro” en el año 2012, o “Cubo Azul”, instalado en El Malecón en el año 2015, o también “Inmersión” expuesta en la Bienal de La Habana del 2019, obra que fue adquirida e instalada permanentemente como patrimonio cultural de la ciudad por el Historiador Eusebio Leal.
Su obra forma parte de colecciones privadas y públicas, entre ellas, The Donald Rubin Foundation, Nueva York, The Rockefeller Brothers Foundation, New York, Pérez Museum (PAMM) Miami, Fundación Calosa, México.
En el año 2016, Rachel recibe el 1er premio, otorgado por The Rockefeller Brothers Foundation, y The Cuban Art Fund, donde exhibe su primera obra de arte público en la ciudad de Nueva York, titulada “The Beginning of the end”, tuvo una gran acogida y repercusión, estuvo expuesta dos meses en la plaza de Times Square, y se calcula que más de 2 millones de personas transitaron por la obra. Ha realizado otras importantes obras públicas gracias a otros premios y becas, como en Utah, USA, Vermont, USA, o en los Pirineos, España.
Rachel vive y trabaja entre La Habana y Madrid.
Su obra hace un llamado a la contemplación y a la reflexión, sobre como concebimos un espacio determinado, invita a un dialogo directo, entre la obra y el espectador. En su obra tridimensional, utiliza materiales como el espejo laminado, cristales y acero inoxidable pulido.
“Siempre me ha interesado indagar sobre las cuestiones perpetúales y sensoriales. Muchas veces pretendo distorsionar y reinterpretar un ambiente a través de diferentes elementos puestos en función de un espacio, busco nuevas maneras de habitar, y de observar aquello que nos rodea. Me atrae la idea de poner al espectador como parte fundamental de la obra, brindar un estado de presencia, reconocimiento y contemplación, creando un diálogo entre el sujeto, el objeto, y el entorno. Donde hago referencia a la disyuntiva entre las distintas realidades que conforman la vida del ser humano, lo mental y lo físico, lo objetivo y lo subjetivo”.
“Me interesa crear escenarios que conlleven a un diálogo ya sea visual, o espiritual entre el ser, el objeto, y el espacio que le rodea, y brindar a través de estos, otras versiones perceptuales de la propia realidad ya existente. La experiencia de verse a sí mismo reflejado dentro de un entorno es algo que me llama muchísimo la atención. Considero que la repetición de un elemento o el reflejo del mismo, evoca un acto contemplativo de reflexión hacia el pasado y el presente, es como una materialización del paso del tiempo. Para mí estos escenarios que surgen, son como una especie de nuevos paisajes, limbos, lugares místicos, y aparentemente infinitos”.
Rachel Valdés se compromete con la experiencia estética sin tomar en consideración una manera única de asumirla pues para ella todo puede conducir a la reflexión, a emociones y sentimientos lo mismo si enfrentamos una obra formalizada en dos o tres dimensiones con plenitud de códigos, contemplativa, retiniana, o si nos envuelve en un laberinto de imágenes, fijas o en movimiento y hasta inacabada incluso, en pleno proceso de desarrollo, asumida tanto desde lo efímero y circunstancial como desde lo imperecedero de sus materiales.
Para ella se trata, en lo esencial, de activar la mayor cantidad de símbolos, de propiciar la aparición de nuevos sentidos y significados en medio de un creciente universo de imágenes cada vez más atrayentes, irradiadas por todos los medios posibles y que no conducen necesariamente al goce, al ordenamiento y existencia de una manera de pensar abierta, plural, transparente. Acude a todo aquello que responde a sus intereses intelectuales, afectivos, culturales: uno de sus principales instrumentos es la búsqueda de información específica, especializada, sobre nuevos procesos artísticos, las posibilidades técnicas que ofrecen los adelantos de la ciencia y de cuanto acontece en el arte de una punta a otra del planeta.
Su formación académica fue lo suficientemente democrática como para no asumir obligaciones dentro de un género específico sino explorar los más variados caminos de la creación. En dos palabras: sentirse libre, jamás atada a una sola postura técnica, expresiva. Rachel ha recorrido territorios vastos de la pintura, el dibujo, la fotografía y, con igual fuerza y pasión, explora la geografía de la escultura, los objetos, las instalaciones, encarando esta última como una suma, un compendio de investigaciones y pesquisas acerca de la percepción y la correlación entre sujeto y creación, autor y espectador, intimidad y entornos circunstanciales. Es decir, aquello que exalta hasta el delirio los laberintos y dictados de la mente como para permitirle una traducción emocional de sus aspiraciones intelectuales en tanto expresión “de los fenómenos existenciales del ser humano, de su materia física e ideológica…”, como ha sostenido en alguna ocasión.
Rachel confirma así una voluntad consciente de conferir al espectador la posibilidad de vivir experiencias similares a la suya, esté formado o no en el universo del arte. Ella no actúa como un mago, no deviene demiurgo, genio visible capaz de acaparar atenciones posibles sino todo lo contrario: su invisibilidad es esencial para compartir vivencias al integrarse en el sistema creación-exhibición-recepción del arte. Ella es sólo un instrumento (no “la mano de Dios” como se creía antes) intangible utilizado decidido a accionar pinceles, metales, vidrios, óleos, madera, espejos, telas, acrílicos, cámaras y proyectores de video, luces, en incontables obras realizadas y proyectos. Ocultos hoy por la madeja de alta tecnología y espectacularidades que intentan vaciar de contenido cualquier manifestación de la sensibilidad y la percepción humanas, las emociones y los sentimientos salen a flote en cada obra suya, son resaltados hasta acaparar toda atención posible. Atraen desde el mismo momento en que se instalan: no comulga con la idea de entregar al espectador algo inamovible, cerrado pues prefiere encarar los riesgos de la participación, de la complicidad casi desde el instante de su producción y montaje. Se le ve ahí en el lugar atendiendo cada mínimo detalle, delineando procesos, fijando la armazón de estructuras delicadas y complejas, viviendo esa rica experiencia social como eficaz antídoto contra cualquier señal de aislamiento, extrañamiento.
Desde 2019 es pareja de Alejandro Sanz. Rachel estuvo casada con un prestigioso abogado catalán durante los cinco años que vivió en Barcelona, una relación de la que nació su hijo Max.