Periodista de corazón patriótico. Patriota insigne del Municipio Regla. Hasta el céntrico parque Guaicanamar van los reglanos hoy a prodigarle amor. Del Comandante del Ejército Libertador se conserva en el lugar un sencillo monumento inaugurado el 11 de junio de 1949, gracias a la contribución de un Comité creado por las instituciones locales y el Ayuntamiento de aquel entonces.
De padres italianos establecidos en Regla desde el siglo XIX, Miguel Coyula Llaguno nació en esa villa, fecha en la que los cubanos en la manigua libertadora acumulaban ya ocho años de batallar ininterrumpido.
Esas vocaciones, la de patriota, junto a la periodística, afloraron tempranamente en el joven Miguel Coyula. La primera lo acompañó hasta sus últimos días, pues militó en las fuerzas de los generales José Maceo, Calixto García y Mario García Menocal, alcanzando el grado de comandante del Ejército Libertador. Y la segunda, el periodismo, la ejerció aún en las condiciones más adversas, en los campos de la insurrección.
De ahí que sus colaboraciones aparecieran en la prensa libertadora: El Cubano Libre y Patria, aunque también lo hizo, con el mismo espíritu patriótico, en la prensa republicana: La Discusión, La Lucha, La Prensa, La Semana, El Mundo y en el Semanario Bohemia.
Jamás aceptó ningún tipo de compensación monetaria por sus servicios en el Ejército Libertador: cuantas veces se le intentó asignar una pensión vitalicia, la rechazó, así como cualquier tipo de asociación de su nombre con el del régimen dictatorial de Gerardo Machado que asoló a Cuba en el decenio del 30.
Tampoco aceptó una propuesta para ocupar la vicepresidencia del país, bajo el gobierno de Menocal, pues no había sido elegido por el pueblo. Apuntaba José Zacarías Tallet en su columna del periódico El Mundo, el 6 de febrero de 1944.
“Coyula, periodista de raza —y perdónesenos el calificativo aparentemente irrespetuoso— se inició en el periodismo en 1894, (…) si mal no recordamos en un diario de Juan Gualberto Gómez; en la manigua no dejó de hacer periodismo en El Cubano Libre, y al volver a la vida civil con el grado de comandante que le honra y al cual honra él, continuó su carrera periodística, no dejando desde entonces de figurar en la redacción de algún periódico, donde su pluma, como su palabra en toda ocasión, han orientado a la opinión por los cauces de honradez, decencia y decoro a que su personalidad ilustre es acreedora con creces”
El mambí
Un tío suyo, Pedro, fue íntimo de José Martí, quien lo visitaba en su casa de la calle Santuario de esa localidad habanera. De aquella amistad quedó una anécdota que se recordaba con recurrencia en las sobremesas familiares. Pedro, que figuró en 1879 entre los fundadores del Liceo local, pidió a Martí el discurso de apertura de la nueva institución artística y literaria. El día en cuestión, un fuerte temporal paralizó el cruce de los vapores por la bahía. Al acercarse la hora de comenzar el acto, la junta directiva se reunió para tomar una decisión ante la segura ausencia del orador principal. A la hora en punto llegó Martí, empapado y con el pelo revuelto: había ido a pie desde La Habana, rodeando la bahía, para cumplir su compromiso.
Crecen en Regla los simpatizantes con la independencia. Conspiran en el Liceo y en la barbería de Bonifacio Mojica. En enero de 1895 muere allí la madre del general mambí camagüeyano Bernabé Varona, «Bembeta», fusilado en la contienda del 68. Durante los funerales, un connotado integrista, segundo jefe del batallón de Voluntarios, irrumpe con palabras ofensivas para la fallecida y la causa cubana, lo que provoca la airada respuesta de los patriotas presentes. Coyula, que tiene solo 18 años de edad, condena el incidente desde las páginas de La Protesta, periódico que dirige Manuel Sanguily. Está muy comprometido y el inicio de la guerra organizada por Martí, el 24 de febrero del propio año, lo obliga a salir de Cuba.
Regresará en el segundo de los cinco viajes del legendario vapor Three Friends. Combatirá primero en la infantería del general José Maceo y luego, sucesivamente, bajo las órdenes de los generales Calixto García y Mario García Menocal, que terminaría haciéndolo su ayudante. Entre otros combates, participó Coyula en la sangrienta acción de El Guamo, que reportó grandes pérdidas a los libertadores. Estuvo, junto a Menocal, en la batalla de Lagunas de Ítabo, donde quedó destrozada la columna del general español García Aldave. Participó, bajo el mando de Calixto, en los preparativos del ataque a Las Tunas; por indicaciones de ese glorioso guerrero formó parte de la Columna Volante de Oriente y estuvo en la toma de Bayamo.
Con Menocal partió el 8 de junio de 1896 de Las Palmas, Holguín, para hacer la invasión a Occidente con cerca de 200 compañeros. El cruce de la Trocha de Júcaro a Morón fue una acción impresionante: Menocal la cruzó el día 9 solo con un práctico, y regresó a buscar a su Estado Mayor —Coyula entre ellos— para cruzarla por tercera vez bajo el fuego nutrido de las fuerzas españolas, que acosaron al grupo de manera incesante durante media hora, con el saldo de un muerto y un herido.
Posteriormente pasó el comandante Pedro Pablo Interián con la mitad de la tropa, y el comandante Cosme Aballí con la otra mitad. En La Habana fueron recibidos en el campamento de La Jaula por el jefe del Departamento Militar de Occidente, general Mayía Rodríguez. Ya en esta parte de la Isla, participa Coyula en numerosos combates: Sabana de Becerra, Yareyal, Crucero del Macío, Aguacate.
En la manigua, al igual que en la emigración, no abandonó Coyula su quehacer periodístico. Colaboró aquí con frecuencia en El Cubano Libre, que dirigía Mariano Corona, sin relegar por ello sus otras tareas. Es jefe de despacho del Quinto Cuerpo del Ejército Libertador, que cubre las divisiones de La Habana y Matanzas. Cuando cesa la guerra, Menocal entra en la capital de la Isla con sus hombres y ocupa el cuartel de Dragones. Con él, por supuesto, está el comandante Miguel Coyula. Tiene 22 años de edad.
Ya en la República, Coyula, sin romper nunca vínculos con Menocal, se sumerge en la vida política y sigue en el periodismo. En 1905 llega por primera vez a la Cámara de Representantes y en 1917, al acceder a la presidencia de ese cuerpo colegislador, se niega de manera terminante a disponer la cesantía de los empleados que no pertenecieran a su partido, como era habitual en la República.
Condena con energía, en 1925, el asesinato del periodista conservador Armando André, el primer crimen político de Machado, y no demora en denunciar a Orestes Ferrara por emplear en la construcción del palacete de San Miguel y Ronda recursos y fuerza de trabajo desviados del Capitolio.
A Machado llegará a pedirle la renuncia en una carta pública que inserta en las páginas de Bohemia y que casi les cuesta la vida a su autor y al director de esa revista. Mendieta lo hará miembro del Consejo de Estado, pero renuncia de manera irrevocable cuando expulsan de ese cuerpo al sabio Carlos de la Torre y a otros tres consejeros.
Aspirará al Senado en 1936. No triunfa el Conjunto Nacional Democrático, por el que aspira, en aquellos comicios, pero el rejuego electoral permite a esa organización acceder al Parlamento y asegura un acta a Coyula como senador por la minoría, toda vez que fue el candidato más votado de su partido.
Esto ocurría en medio de una fuerte crisis económica nacional, donde su familia, como la de tantos otros cubanos, sufría estrecheces. Fue la única vez que ese hombre titubeó, aunque en privado, sobre sus estrictos principios: reunió a los familiares, les explicó la situación, expuso su posición al respecto —que no podía ser otra que rechazar el escaño para el que no había sido inicialmente electo— y, en consideración a las privaciones que todos soportaban, pidió opinión. Tuvo la satisfacción de recibir un respaldo unánime.
Falleció en Marianao, el 23 de noviembre de 1948. Lo velaron en el Salón de los Pasos Perdidos, del Capitolio y su entierro fue una manifestación de duelo impresionante.
Miguel Coyula Llaguno también escribió poemas para ser leídos en el ámbito familiar y que dejó una abundante papelería en cartas, documentos y otros muchos textos reveladores de su perenne inquietud por los problemas nacionales.
Numerosas distinciones recibió Coyula, entre ellas algunas extranjeras. Alcanzó la presidencia del Primer Congreso de Periodistas, en 1941, así como del II Congreso Panamericano de Prensa en 1943.
En realidad, Miguel Coyula entra en la historia del periodismo cubano no solo por sus condiciones literarias, sino —y por sobre todo— debido al ejemplo de probidad y ética que a lo largo de toda su carrera y vida demostró en cada uno de sus actos ciudadanos.
Día de la Probidad
Se escogió la fecha de su muerte como Día de la Probidad. Se dio su nombre a una avenida y a un parque, donde se emplazó un busto suyo, obra del escultor Santí; ambos, avenida y parque, se encuentran cerca de la casa donde murió. Otros bustos se erigieron en el parque situado frente al Ayuntamiento de Regla y en el vestíbulo de la redacción y talleres del periódico El Mundo, en Virtudes esquina a Águila. Un carro bomba del cuerpo de bomberos recibió asimismo su nombre, así como escuelas y calles de La Habana y Santa Clara.
Documentos y condecoraciones del patriota se exhiben hoy en el Museo de Regla. Aquel carro de bomberos, que se usó durante la dictadura de Batista para reprimir las manifestaciones estudiantiles en Infanta y San Lázaro, no existe, y la Avenida Coyula pasó a llamarse, en 1957, Avenida 19.
En Regla, su patria chica, donde una calle lleva su nombre, se le develó en el Parque Municipal Guaicanamar un busto financiado por contribuciones ciudadanas, donde se lee:
“Cuba reclama para salvarse, corazones que sientan el patriotismo.”
El Ministerio de Comunicaciones de Cuba emitió en 1954 dos sellos postales con su retrato. Hoy muchas escuelas a lo largo y ancho del país llevan su nombre.
Probidad es sinónimo de honradez, honestidad, rectitud, bondad. Cuando se habla de hombres probos en Cuba, viene de inmediato a la mente la figura de Miguel Coyula.
Dio prueba, a lo largo de su vida, de una integridad proverbial, y, sin alardes ni vanidades explosivas, hizo en cada momento lo que le dictó su conciencia. Nunca tuvo otra entrada económica que no fuera la que se derivaba de sus honorarios como periodista o de los emolumentos de los cargos públicos en los que sirvió, rechazando, cosa rara en los políticos de la época, cualquier beneficio personal que emanara del tráfico de influencias. Cuando la política cubana se encenegó más de lo habitual, se refugió en el periodismo —murió con un periódico en las manos—, sin aspirar a nada.
Alcanzó, en la Guerra del 95, el grado de comandante del Ejército Libertador, y hasta su fallecimiento mantuvo enhiestos y vibrantes los ideales de su juventud y siguió viendo la cura de los males del país en la lección ejemplar de los fundadores de la patria.
No pocos ejemplos ilustran el decoro y la decencia de este hombre. Finaliza la presidencia de Alfredo Zayas y la Cámara de Representantes, dominada por los liberales, aprueba, con aplausos, una Ley de Homenaje Nacional que concedía al conservador Miguel Coyula una pensión vitalicia de 500 pesos mensuales. Se dispuso el Senado a aprobar el proyecto, pero el mismo Coyula se opuso: adujo que no le parecía oportuno aceptar esa pensión en momentos en que se anunciaban reajustes en la economía del país.
Poco después, y ya con Machado en el poder, el Senado retomó el asunto a fin de aprobar la mencionada Ley de Homenaje. Nueva oposición de Coyula. El proyecto, de aprobarse, lo obligaría a agradecer el gesto a Machado y no quería estar en deuda ni obligado con un político a quien tanto había combatido y seguiría combatiendo.
Pasaron los años. El Partido Conservador de Mario García Menocal deviene Conjunto Nacional Democrático, y por esa agrupación política resulta Coyula electo delegado a la convención que elaboraría la Constitución de 1940. De 76 delegados electos, 35 corresponden al Gobierno y 41 a la oposición, en la que figura el partido de Menocal. Pero Batista, deseoso de asegurarse la presidencia en los comicios generales que vienen, ofrece a los menocalistas, si apoyan su aspiración, la Vicepresidencia de la República, la Alcaldía de La Habana, tres gobiernos provinciales y 12 senadurías. Menocal acepta y sus delegados en la Asamblea Constituyente pasan a formar parte de las filas del Gobierno porque, dice el viejo Menocal a sus partidarios que juzgan demasiado fuerte el brebaje pactista que:
«es hacerle un servicio al país propiciarle a Batista una salida constitucional a fin de librar a Cuba del predominio militar que él personifica»
Es un golpe muy duro de asimilar para Miguel Coyula. La fidelidad a su jefe y amigo choca con principios que lo obligan a rechazar públicamente la alianza con un hombre que ya había anticipado su calaña. Ese pacto, en lo personal, le significaba una elección segura como senador, y posiblemente la presidencia del Senado. No encuentra Coyula otra salida que la de renunciar a los puestos superiores que ocupa en las filas del menocalismo.
Otros partidos tratan entonces de captarlo; le ofrecen una senaduría asegurada e incluso la candidatura como vicepresidente con Ramón Grau San Martín. Prefiere retirarse a la vida privada; todo menos enfrentarse a Menocal, cuyo duelo despediría poco después con la voz ahogada por la emoción.