Bailarín y profesor.
Ha sido por más de 30 años maître de ballet de la Ópera de Viena. En Cuba fue bailarín y partenaire de Alicia Alonso, Josefina Méndez, Aurora Bosch y otras deslumbrantes bailarinas. En Europa, pero también en Australia y Estados Unidos, ha sido profesor de grandes personalidades de la danza clásica. El gobierno de Austria, país en que se naturalizó, le ha concedido las más altas condecoraciones.
Nació en Santiago de las Vegas un día de San Lázaro, razón por la que mi nombre oficial es Lázaro Gacio. Entonces, Miriam Gómez Acevedo, con quien tenía un noviazgo juvenil, le dijo que ella siempre había soñado con que su novio se llamaría “Carlos”. Y sin pensarlo dos veces le dijo: “Pues de ahora en adelante ese Carlos soy yo”.
Estudió en la Academia Gacio, en Santiago de las Vegas donde cursé mis estudios primarios y secundarios. Para ganarse la vida trabajaba de joven como lector de tabaquería.
Como siempre ha sido perseverante, se enteró por un bailarín que en la calle 5ta. y Baños, en El Vedado, había una academia que dirigía Raúl Díaz. Se presentó allí y me recibió Raúl en persona, que me anunció que el costo de los cursos era de 12 a 15 pesos mensuales, un dinero que yo no tenía. Le dije la verdad y él me aceptó porque tenía buena figura y potencial, aclarando que le pagaría poco a poco en la medida de mis posibilidades.
Comencé entonces a recibir clases con Carlota Pereira y Luis Trápaga. Casi en paralelo me inscribí en la Academia de Arte Dramático Nacional en donde estudié durante tres años con alumnos como Roberto Fandiño (futuro cineasta que falleció hace unos años en Madrid), Ramonín Valenzuela, Manolo Yánez (que vive aún en París), el actor Julio Martínez Aparicio y muchos más. Recuerdo que caminaba entonces desde El Vedado hasta El Cerro, que era en donde me quedaba en ese momento. Por supuesto, como no quería que mi padre se enterara de mis estudios, me había cambiado el nombre y aparecía como Gregory Casale, un nombre con el que me mencionan en el primer programa de ballet en que participé años después. Hasta que un día Fernando Alonso me llamó y me preguntó: “Ven acá, ¿finalmente cómo tú te llamas?” Y entonces quedé como Carlos Gacio hasta el día de hoy.
Fue al ver bailar a Alicia Alonso e Igor Youskevitch, ella en el papel de Odette y él en el del príncipe Sigfrido cuando cambi+o su vida, y aquello le había dejado obnubilado. La elegancia, los gestos de refinado romanticismo, la estética general, todo contribuyó a su fascinación. Haber visto algo tan hermoso y tener que coger la guagua de la ruta 76 para llegar hasta mi casa en Santiago de las Vegas, en donde vivíamos entonces, era lo más contrastante del mundo. Fue entonces que, con 18 años, me atreví a decirle a mi padre que quería estudiar ballet. Y muy serio él me miró, frunció el ceño y dijo: “Pues muy bien, si es eso lo que quieres estudiar, agarras tus maletas y te vas de aquí”.
Trabajó también como bailarín y profesor de Dulce Anaya
School of Ballet, en Jacksonville, Florida.
El Premio Una Vida por la Danza (creado en 1998) en la XXI edición del Festival Internacional de Ballet de Miami (IBFM) fue para el cubano Carlos Gacio, radicado en Europa desde 1967