Actriz y cantante.
Natural de San Antonio de Vueltas, Las Villas. Hija de un actor de teatro vernáculo, Blanquita creció entre bastidores.
A los cinco años de edad debutó en el poblado San Diego de los Baños, Provincia Pinar del Río, en el circo La Estrella, del cual era propietario su padre, Antonio Becerra, quien fue el primer maestro de actuación que ella tuvo. Allí participó en los sainetes “La perla de las Antillas” y “Como son los hijos de Cuba”.
A los quince años de edad se presentó la carpa-teatro Edén, de provincia Santiago de Cuba, donde triunfó en la zarzuela cubana “La mulata María” (Federico Villoch / M: Raimundo Valenzuela de León), y recibió clases de canto del maestro González, que mucho ayudó a la artista en el desarrollo de su magnífica voz de soprano. En 1904 pasó al Oriente como miembro de la compañía de arte lírico del español Julio Ruiz, en la que debutó en la zarzuela “El rey que rabió” (M: Rupert Chapí / L: Vital Aza y Miguel Ramos Carrión).
En 1905 contrajo matrimonio en la Catedral santiaguera con Gustavo Carulla, empresario de prestigiosos artistas criollos de la época. Posteriormente se trasladó a La Habana con la compañía artística de su padre. Actuaron en el Martí en parodias de distintas zarzuelas españolas.
En medio de una difícil situación económica familiar y separada ya de su esposo, aceptó en 1912, sin dejar de tener ciertas reservas, un contrato de la empresa del Alhambra, estigmatizado por considerársele un teatro para hombres solos. Pero, según declaró la Becerra en una entrevista publicada en un semanario de Bohemia el
“Después de las primeras actuaciones comprendí que, contrariamente a todo lo que yo suponía, aquel era un teatro como otro cualquiera. No había nada allí que ofendiera la moral de ninguna mujer. Sencillamente se presentaban obras de doble sentido. Quizás desmintiendo lo que la gente puede decirle al hablar del Alambra, yo puedo asegurarle que las obras que se presentaban allí, hoy resultan infantiles”.
En 1912 debutó en la compañía de Regino López del teatro Alhambra. Allí intervino en los estrenos de numerosos títulos del repertorio alhambresco: La danza de los millones (1916), Delirio de automóvil (1921), La isla de las cotorras (1923), El bolero (1927), La blanca que tenía el alma negra (1927), El proceso de Mario Cubán (1929), donde interpretaba los roles de gallega y negrita.
Blanca Becerra permaneció dos décadas en Alhambra y actuó en gran parte de las más notorias producciones llevadas a tal escenario, encarnando a la damita ingenua, la borracha, la gallega socarrona, la mulata soez, los distintos matices del personaje tipo de la negrita (catedrática, conga y sentimental), la vedette de las revistas fastuosas y, sobre todo, como la cantante que glorificó obras de Federico Villoch, Agustín Rodríguez, Jorge Anckermann y otros autores criollos. Grabó dúos con reconocidos colegas suyos de ese teatro (Regino López, Julito Díaz, Adolfo Otero y Dulce María Mola) para las firmas Columbia, Victor y Brunswick.
Con el colectivo del Alhambra actuó, además, en el Payret y el Nacional, entre otros coliseos de primera categoría. Tuvo una intensa participación en programas radiales, desde 1922, en la PWX y luego en Radio Lavin, RHC-Cadena Azul, CMQ. Una intervención quirúrgica afectó su voz de soprano y devino actriz genérica. Entre sus incursiones en el teatro dramático cabría subrayar las piezas “Sombras del solar”, de Juan Domínguez Arbelo (1938), y “Sabanimar”, de Paco Alfonso (1943), ambas presentadas en el Principal de la Comedia. A principios del decenio de los cuarenta realizó una memorable creación de la Dolores Santa Cruz, en la zarzuela “Cecilia Valdés”, destacándose al interpretar el tango-congo Po…po...po, por el cual sería ovacionada aún octogenaria.
En 1942 hizo famoso su personaje radial de «María Bibijagua», creado para ella por Reinaldo López del Rincón y presentado diariamente en la RHC Cadena Azul.
Trabajó ocasionalmente para el Teatro Cubano de Selección —Sombras del solar, de Domínguez Arbelo (1938)— y para Teatro Popular —Sabanimar, de P. Alfonso (1943)—, en los que incursionó en el teatro dramático.
Aún son recordadas sus últimas representaciones, con más de ochenta años, de su caracterización de Dolores Santa Cruz, en la zarzuela Cecilia Valdés, del maestro Roig, que la hace retornar a los primeros planos de celebridad escénica.
En sus últimos años trasladó su residencia a Las Tunas, donde murió casi centenaria, en 1985.
Intervino en el filme cubano Manuel García, el rey de los campos de Cuba (dir. Jean Angelo, 1940) y fue entrevistada en el documental Cuentos del Alhambra (M. O. Gómez, 1962).