Destacado artista de la plástica guantanamera.
A partir de 1955 realiza sus primeros estudios de dibujo en la Academia de Arte Popular "Mariana Grajales" en Guantánamo, participando el año siguiente en su primera exposición colectiva de aficionados. En 1962 obtiene la beca para estudiar pintura en la naciente Escuela Nacional de Artes en La Habana, graduándose como Profesor de Dibujo y Pintura en 1967.
Su vida laboral se va desarrollando desde ese momento en Centros y Escuelas de Arte de la Isla de la Juventud, La Habana y Santiago de Cuba. Hasta que en 1974 es seleccionado por sus resultados, calidad técnica y vocación, para realizar estudios de cerámica en La Escuela Superior de Artes Aplicadas de Praga, Checoslovaquia, por dos años.
Regresa a Cuba 1976 y ejerce como profesor en la Escuela de San Alejandro en La Habana.
Retorna a Guantánamo como docente en la Escuela Vocacional de Artes "Regino Eladio Boti", y permanece en la misma hasta 1989 en que se inserta al CODEMA (Comisión de Desarrollo de Escultura Monumentaria y Ambiental).
Durante toda su formación profesional, Angel Laborde ha incursionado con maestría, la pintura, el dibujo, la caricatura y por supuesto la cerámica y la escultura. Se considera uno de los creadores más prolífico, acumulado en su historial más de 50 exposiciones colectivas y alrededor de 20 personales. Así como colecciones permanentes y particulares en diferentes Instituciones Culturales, Ministerios y Centros Laborales de Cuba y del extranjero.
De igual forma ha participado en varios Concursos y Salones Provinciales y Nacionales de Artes Plásticas en los que ha sido merecedor de Premios y Menciones.
Su constante actividad creativa lo ha compulsado a colaborar en diferentes Revistas, Periódico, Folletos y Suplementos del país, no solo con ilustraciones sino también con escritos referidos a las artes plásticas.
Viajó a Checoslovaquia y Bulgaria en el decenio 1970. Integró en 1969 la Columna Juvenil de Escritores y Artistas de Oriente y en 1986 al crearse la UNEAC en Guantánamo la integra como miembro fundador en la que ocupó el cargo de Presidente de la Filial de Artes Plásticas, siendo seleccionado al IV Congreso de esta institución en 1988.
Dueño de las caracolas, la espiral y el pensamiento que la acompaña, a lo largo de más de cinco décadas de ejecutoria artística para Ángel Laborde ninguna expresión del arte le fue ajena.
El pasado mes de noviembre, durante la exposición Soñar despierto en la galería El reino de este mundo, de la Biblioteca Nacional José Martí, el pintor y grabador José Omar Torres calificaba a Laborde como el Picasso de Guantánamo. Nada más justo para un creador que junto a la excelencia técnica y la hondura estética de su obra, llevó de la mano como sustento vital la solidez de su honestidad, como artista e intelectual de nuestro tiempo.
En su casa-taller devenida galería y trinchera, el pintor de las caracolas, como muchos le conocían por recurrir casi constantemente a estos seres en sus cuadros: “llámame Espiral Laborde” pidió en una entrevista.
Laborde fue hijo de humildes estibadores de azúcar del desaparecido central Romelié, en Manuel Tames, y de allí se convirtió en pintor.
“Mis primeros pasos los di con el maestro Santiago Fabré “Chago” (retratista, caricaturista y profesor de artes plásticas), él fue alumno del reconocido pedagogo Francisco de Paula Villalón y le enseñó elementos básicos de dibujo y retrato en la academia Mariana Grajales, ubicada en el local del hoy teatro Guiñol.
“Por eso llegué a la Escuela Nacional de Artes (ENA) con buena técnica, y solo la perfeccioné gracias a profesores como Adigio Benítez, Servando Cabrera, Lesbia Vent Dumois, entre otros de renombre.
“En 1967 me gradué de la ENA y comencé a buscar un estilo más personal. Durante ese periodo tuve la oportunidad de ir a estudiar cerámica en la Escuela Superior de Artes Industriales de Praga, en Checoslovaquia, de 1974 a 1976”. “Allá estuve a cargo del grupo de cubanos que estudiaban en ese país, participé del 5to Encuentro de Juventudes de Capitales de Países Socialistas y di clases en la capital checa a los hijos de los diplomáticos.
“De regreso realicé varios talleres de cerámica y fui parte de los creadores del Grupo Antillano con Rogelio Martínez, Rafael Kennedy, Ramón Haití, y otros para difundir nuestras raíces. También hice caricaturas para revista humorística Palante, la revista Verde Olivo y el periódico Juventud Rebelde”.
Más de 50 años estuvo Laborde comprometido con las artes plásticas, tiempo en el que ha dado solidez a una técnica única, que aún con marcada influencia foránea no pierde la esencia propia, basta con observar cuadros como La Guayabera con esa sensación de estar como moviéndose o Mariana Grajales, retrato vívido de una mujer de acero.
Expresionismo, romanticismo, surrealismo, realismo mágico, vanguardismo se entrelazan en el quehacer del autor, siguiendo la línea de pintores como Picasso, Wilfredo Lam, Amelia Peláez, en el contraste de colores templados, para mover a la reflexión, a la espira-visión, comienzo y final de todo.
“Mi arte se basa en el espiralismo creativo. Combino esa forma singular presente en la polimita guantanamera, el guamo, el oído, el universo, las galaxias, el café, el pensamiento, al bailar, en el tiempo y le pongo rostros de mujer mestiza, latinoamericana de forma lógica y original.
“Utilizo por eso una técnica mixta, lo mismo dibujo sobre papel o lienzo que cultivo otros géneros plásticos como la escultura, de hecho en Cárdenas, Matanzas, hay una pieza mía llamada Ambiente de Paz en la plaza Malakoff.
“También trabajo la cerámica, uno de mis hobbies predilectos, al punto que he realizado investigaciones sobre el origen de esta, que se remonta a nuestros ancestros aborígenes, e incluso sobre la relación de Martí con dicha manifestación, aludida en varios escritos.
“Precisamente esa investigación me ha aportado cierta postura científica ante el arte que lo críticos remarcan de mis obras. Ello también se lo debo al maestro Sergio Bernuto, Licenciado en Historia del Arte, quien me educó en cómo analizar desde el punto de vista formal y conceptual las creaciones artísticas y con esos conocimientos trato de exponer mi visión del mundo.
“La espiromanía me inspira incluso a escribir poesía y artículos para los medios de comunicación, donde ilustro sobre la diversidad cromática que hay en la naturaleza.
“Alguien dijo en una ocasión que mi obra era sinónimo de encuentro, reconocimiento, descubrimiento, donde convergen líneas curvas, ángulos, profundidades, estrecheces, carne y piedra, luz y tinieblas, lo momentáneo y lo eterno, como expresión de la unidad y diversidad que caracteriza al mundo, y eso es quizás porque veo en mí, un recreador del mundo visual o no”.
“Pienso en ello y recuerdo como todo empezó en 1967 cuando en Isla de la Juventud pinté mis primeros crustáceos, con grandes molares y pinzas. No imaginaría yo que poco a poco al ir adentrándome en el universo marino el viaje se convertiría en una inacabable vuelta en espiral.
“Desde ese momento caí preso de esa tendencia, que asocio al sonido, los caracoles, la Venus, Lezama Lima, Alejo Carpentier, Frei Betto, Da Vinci, Hokusai (pintor japonés), Carlos Marx, Guillermo Collazo, Eustacio Rivera, Leonardo Acosta…permitiéndome plasmar sin grandes artilugios la concepción de país, familia y vida que tanto buscaba.
“Hoy mis creaciones están en plazas, parques, instituciones de Cuba y el mundo. La ciudad checa Bechyně, muestra 8 piezas con carácter permanente. En el Hotel Porto Santo de Baracoa hay dos esculturas y dos murales míos, mientras que en la sede de Danza Fragmentada yace mi Danza universal, fuente de las caracolas, que representa tres mujeres en busca del infinito.
El trabajo de Ángel Laborde podría considerarse entre los más notables del siglo XX, por su gran aporte al desarrollo artístico cubano.
Once escuelas de Guantánamo, Santiago de Cuba, Isla de la Juventud, La Habana, testimonian ese legado pedagógico entre cuyos discípulos estuvieron Reinaldo Miravalles (principal actor de la película El hombre de Maisinicú) Cuqui Ponce de León, fundadora de la TV nacional, y Daniel Núñez Juárez.
Reconocido con la Distinción por la Cultura Nacional, agasajado por la dirección nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Laborde actualmente apenas trabaja por falta de materiales y condiciones para hacerlo, sin embargo, ni un rasgo de desesperanza cruza por su rostro:
“En mis más de 70 años siempre traté de ser un artista apegado a mi tiempo, de hacer una obra que apelara a lo humano, a lo social… y así lo seguiré haciendo, porque aún me quedan más vueltas en mi espiral, y mientras cuente con el amparo de las caracolas, permaneceré pintando”.