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Alfredo Diez Nieto: el magisterio necesario

Hace pocos días, el compositor Alfredo Diez Nieto cumplía 102 años, para regocijo de la música y de la cultura cubanas. Su carrera, iniciada desde muy joven, incluyó dos afluentes que definirían su obra, y que nos lo muestran hoy como hombre de magisterio necesario. El primero de ellos puede ubicarse en aulas cubanas con los profesores Pedro Sanjuán, Juana Prendes, Rosario Iranzo, Jaime Prats y Amadeo Roldán, pilares esenciales de la enseñanza musical de la primera mitad del siglo xx, e importantísimos en la conformación estética del joven estudiante. El segundo, entendible solo con el vencimiento y aprendizaje de la etapa habanera, se desarrollará en Estados Unidos, específicamente en la afamada Juilliard School of Music, en Nueva York. En Cuba, enfilaría su mirada en asignaturas como piano, historia de la música, contrapunto, fuga, composición, orquestación y pedagogía; mientras que en Juilliard cerraría más el círculo, enfocándose en especialidades como Composición, bajo la tutela de Bernard Wagenaar; Piano, con Edward Steuermann, y Dirección orquestal, con Fritz Mahler.

Ya ha ocurrido este blindaje musical: Diez Nieto se enfocaría en una admirable causa magisterial en Cuba, para suerte nuestra y del desarrollo de la música, teniendo como puntos de mira el vanguardismo y las tendencias que, desde las décadas de 1940 y 1950, serían decisivas en el plano compositivo, desde el prisma del aleatorismo como base, pero incluyendo tendencias como el nacionalismo, de moda aún en aquellos años, para algunos músicos que admiraban a autores como Rimski-Korsakov, Alexander Borodin, Edvard Grieg o Antonin Dvorák. Y aunque enmarcar a Diez Nieto en un apretado estilo resultaría peligroso, también podríamos afirmar su interés profundo en temáticas de corte nacionalista cubano, con amplísima fuerza en recontextualizar y cuestionarse –musicalmente– las diversas potencialidades instrumentales más convencionales, para plantear un discurso irreverente y transgresivo, no basado solamente en el uso de la percusión como vehículo de tránsito, sino dotando al resto de las familias de instrumentos de un lenguaje renovador y libre.

Su genio autoral se mueve en dos direcciones fundamentales: obras para piano y música de cámara, y aunque incluye otros formatos e instrumentos, quiero destacar sus creaciones para banda (90 aniversario, Recuerdos de España y Evocaciones de España) y su Preludio para órgano, siendo así un compositor abarcador y preocupado por resaltar y visibilizar zonas poco comunes de nuestra música.

La prisa, y alguna que otra dosis de lamentable desmemoria, han sido elementos muy comunes en años recientes, donde el conocimiento y la veneración hacia músicos de notable valía encuentran muy pocos espacios promocionales y de enseñanza, y se recorren caminos irreversibles en la preservación del legado musical y pedagógico cubano. Alfredo Diez Nieto es una columna de fuerza en ambos sentidos, y un eslabón generacional que aún tiene mucho que enseñarnos. Es el hombre que, desde su música, nos provoca admiración, por haber creído –como sentenció

Martí– en la utilidad de la virtud, al dedicar toda una vida a la consagración y al magisterio necesario. ¡Salud, Maestro!

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Alfredo Diez Nieto


compositor, profesor, música, artes, armonía

Personalidad relevante de la cultura cubana. Músico y compositor, pero sobre todo maestro. Se le considera uno de los creadores más significativos en el universo de la música de su país. Alfredo Diez Nieto nació en La Habana. Comenzó sus estudios de música en el Conservatorio Iranzo, en el cual tomó cursos de solfeo, piano, historia de la música, contrapunto, fuga, composición, orquestación y pedagogía. Recibió las enseñanzas de un claustro profesoral integrado, entre otros eminentes pedagogos, por Juana Prendes, Rosario Iranzo, Jaime Prats, Amadeo Roldán y Pedro Sanjuán.