Entre los nombres de galenos cubanos que contribuyeron de modo relevante al desarrollo de la medicina nacional durante el siglo XIX, aparece en primera fila el de Nicolás José Gutiérrez Hernández, un hombre merecedor de todo el respeto y la consideración de sus congéneres y compatriotas de todas las épocas por sus abundantes virtudes y sus numerosas hazañas, entre las cuales se cuentan haber sido el primero en Cuba en practicar la litotricia; extirpar pólipos uterinos; aplicar tintura de yodo en los hidrocele de la túnica vaginal; emplear el método de Ricord para la curación de la sífilis; efectuar la tenotomía del pie equino; hacer la ligadura de las arterias radial e iliaca interna y externa en los casos de aneurismas; aplicar la percusión y la auscultación para diagnosticar las enfermedades de los órganos respiratorios y circulatorios; embalsamar por el método de Gannal; administrar el cloroformo para la anestesia quirúrgica; operar abscesos del hígado; llevar a cabo rinoplastias; curar radicalmente la hernia inguinal y emplear el vendaje inamovible de fracturas.
A estos ejemplos, entre muchos otros que se pudieran enumerar en relación con sus aportes dentro la práctica asistencial, se añaden sus grandes contribuciones a la ciencia y la cultura nacional, entre las que sobresalen la creación de la primera revista médica cubana, la fundación de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y su magnífica ejecutoria en la esfera docente, en la que también dejó trascendentales huellas.
Esta connotada personalidad nació en La Habana. Fue el primer hijo de un total de 11 que tuvo la pareja formada por José de Jesús Gutiérrez y Josefa Feliciana Hernández, naturales ambos de la misma ciudad.
La instrucción primaria la recibió en principio en una escuela privada, localizada en el barrio de la Merced y luego en un colegio abierto por Antonio Coello, maestro de gran reputación, en el cual se distinguió entre sus condiscípulos y donde siempre alcanzó los primeros premios en los exámenes. En 1817 comenzó los estudios de Filosofía en el convento de San Juan de Letrán, donde en febrero de 1820 obtuvo el grado de Bachiller en Artes.
Su vocación por la Medicina se manifestó desde su niñez y se hizo patente el 8 de enero de 1819, fecha en que se abrió en el Hospital Militar de San Ambrosio el primer curso práctico de Anatomía, Fisiología y Química, impartido por el profesor italiano José Antonio Tasso, en el cual matriculó cuando estudiaba bachillerato. El examen público que venció finalizar este curso tan novedoso para su época fue de tanta brillantez, que le valió la promesa de costear sus estudios médicos en París o España a cuenta de la Sociedad Económica de Amigos del País. La promesa no se cumplió y, en compensación, le regalaron algunas obras médicas elementales.
En junio de 1818 había también iniciado las prácticas con miras a lograr el título de Cirujano latino con el doctor Manuel Antonio Díaz, médico y cirujano del Batallón de Ligeros de Tarragona, quien era además facultativo en propiedad del Hospital de San Francisco de Paula. Tres años después, en junio de 1821, fue aprobado al ejercicio como tal por votación unánime en el Real Tribunal del Protomedicato de La Habana.
En marzo de 1820 comenzó la carrera de Medicina en la Universidad Pontificia. Aunque, como él mismo manifestara en sus apuntes autobiográficos, empezó su educación médica bajo el influjo de añejas doctrinas, quiso su buena suerte que en su época de estudiante entraran a cubrir las principales cátedras los ilustrados doctores Agustín Encinoso de Abreu y Ángel J. Cowley, quienes fueron capaces de transmitir a sus discípulos los conocimientos derivados de los progresos de las ciencias médicas en Europa, con el mismo entusiasmo que ellos los asimilaron. El 18 de marzo de 1823 se le otorgó el título de Bachiller en Medicina, tras aprobar las asignaturas de Prima, Vísperas, Anatomía y Terapéutica y sostener el acto de conclusiones públicas. Con la aspiración de lograr los grados mayores de Licenciado y Doctor en Medicina, comenzó el período de prácticas junto al doctor Andrés Terriles, médico y cirujano de la Real Armada y socio corresponsal de la Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz.
En 1825 recibió del Protomedicato el diploma que lo acreditó como médico y la autorización para ejercer esa profesión. Durante su época de estudiante de Medicina alcanzó también el título de socio numerario de la Sociedad Económica en 1822 y había comenzado un curso de Botánica profesado por Ramón de la Sagra en 1824, año en el que la Sociedad Médico Quirúrgica de Cádiz lo nombró socio corresponsal. Por otra parte, desde abril de 1822 laboraba como médico cirujano en clase de meritorio en el Hospital de San Ambrosio. En la misma institución fue designado como disector anatómico sustituto en 1825 sin recibir emolumento alguno. Con la documentación que daba cuenta de esta labor, se presentó a examen en la Universidad y obtuvo los grados de Licenciado y de Doctor en Medicina el 13 de enero y el 4 de febrero de 1827, respectivamente.
El doctor Gutiérrez, quien sintió desde muy joven vocación por la labor docente, vio coronados de manera oficial sus sueños en tal sentido cuando el 3 de junio de 1829 fue nombrado catedrático interino de Anatomía general en la Universidad y el 30 de abril de 1830 obtuvo esa cátedra en propiedad por oposición. Durante 1831 sustituyó por enfermedad al doctor Francisco Alonso Fernández en la enseñanza de Anatomía descriptiva en el Real Hospital de San Ambrosio. El 30 de abril de 1835 logró, también por oposición en la Universidad, la regencia de la cátedra de Patología.
Al año siguiente de su nombramiento como catedrático de Patología, interrumpió este magisterio para viajar a París, donde permaneció por espacio de dos años y adquirió los vastos conocimientos que lo condujeron luego a ser el protagonista de las primicias médicas cubanas, enumeradas en los dos primeros párrafos de esta minibiografía, y que le sirvieron para brindar a sus discípulos información profunda y actualizada de las materias que enseñaba.
Armado con estos conocimientos, profesó en 1839 en el Hospital San Ambrosio tres cursos de suma importancia para el desarrollo de la medicina en la isla: uno de Partos, que ofrecía dos veces por semana en horas de la noche; otro de Clínica quirúrgica y otro acerca de grandes operaciones de Cirugía con demostraciones en los cadáveres, los dos últimos impartidos por primera vez en Cuba. Del curso de cirugía se editaron sus lecciones en un volumen de 270 páginas con el título de Breve manual de Medicina operatoria, usado como libro de texto durante muchos años en el hospital y en la Universidad.
Prueba de su interés por mejorar las condiciones de la enseñanza médica fue su gran número de donaciones al museo anatómico del Hospital de San Ambrosio de preparaciones anatómicas en cera por él elaboradas, así como la organización por su conducto de una biblioteca médica en la institución, que atesoraba las últimas obras publicadas y traídas desde París.
Tras la secularización de la Universidad Pontificia en 1842, que la transformó en Universidad Real y Literaria, se le nombró catedrático de Anatomía descriptiva y Patología general, por Real Orden de enero de 1843.
En 1845 le llegó el difícil momento de decidir si debía dedicarse con preferencia a la labor asistencial, o bien consagrarse por entero al trabajo docente. En ambas ocupaciones gozaba de gran prestigio, pero el tiempo en realidad no le alcanzaba para prestarle la debida atención a cada una. Por eso, el 11 de mayo de 1845 optó por renunciar a la enseñanza universitaria de manera sistemática. A pesar de ello, en 1846 impartió en el Liceo Artístico y Literario de La Habana un curso de Anatomía dispuesto en 21 lecciones en un volumen de 94 páginas titulado Curso de Anatomía al alcance de todos. Por otra parte, hacía frecuentes donaciones de importantes obras a la biblioteca del alto centro de estudios y siempre se mantenía atento a sus necesidades.
Tal era su reputación y la huella que había dejado en su faceta como formador de médicos que en 1879, cuando contaba ya 79 años, se le nombró Rector de la Universidad. Con motivo de ello, todo el alumnado universitario hizo un desfile en su honor con antorchas a lo largo de la Calle Oficios, donde radicaba su domicilio, en que la alegría juvenil, la fanfarria de la música y el baile se extendieron hasta altas horas de la noche como reconocimiento público de la bondad de su carácter y de su elevada condición humana.
Otros cargos importantes que asumió fueron los de Teniente Alcalde y Regidor del Ayuntamiento, Vocal de la Junta de Sanidad, Socio de Mérito de la Academia Quirúrgica Matritense y de la Real Sociedad Económica de la Habana y Santiago de Cuba, miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Médicas de New Orleans y Presidente de la Junta Superior de Instrucción Pública. También recibió entre otros honores el de la Gran Cruz de Carlos III y de Isabel la Católica, así como el de Médico de Cámara de Su Majestad el Rey de España.
El doctor Nicolás José Gutiérrez Hernández fue un ejemplo vivo de espíritu de progreso y sus ideas y anhelos juveniles se conservaron a lo largo de toda su vida. Trabajador infatigable, se mantuvo en permanente contacto con los avances de la ciencia médica y fue capaz de evolucionar de modo positivo en sus concepciones filosóficas. Su muerte, acaecida el 31 de diciembre de 1890, produjo prolongado luto, pero también dejó un bello y valioso legado a la ciencia y a la cultura nacional que será imperecedero.
Fuente: Universidad Virtual de Salud de Cuba