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Juventud Técnica

Matemática cubana Lizet Sánchez Valdés obtuvo premio de Matemática y Computación Sofía Kovalévskaya

En el torbellino de su mente adolescente se miraban las caras la Física, la Química, la Medicina y la Matemática. Allí, en igualdad de condiciones, competían por su atención.

Desde pequeña, Lizet Sánchez Valdés ha vivido en un ambiente familiar donde ha primado la pasión y la dedicación por la última ciencia. Pero, ¿cuál estudiar si todas le gustaban?

Un día su madre se sentó con ella y le aconsejó estudiar Matemática; “esta carrera se aplica a todo, puedes hacer cualquier cosa en la vida”. Esa sugerencia le dio qué pensar y definió su rumbo. “En mi vida he hecho Matemática aplicada a la sociología, a la epidemiología y otras esferas. La motivación vino por ahí”.

Cierto es que son pocas las mujeres que deciden dedicarse al estudio de esta ciencia básica y, más allá de eso, existe una percepción de que es una carrera más para hombres. Pero, junto a Lizet, se graduaron más muchachas. Hoy en el Centro de Inmunología Molecular (CIM), donde trabaja, hay otras cinco matemáticas y en la Universidad de La Habana varias colegas imparten esta ciencia.

La realidad alrededor de Lizet es esa. Afirma que la mujer puede, al igual que el hombre, llegarle a esta disciplina y comparte cómo fueron sus inicios.

“Estudié en la Unión Soviética tres años, regresé para terminar la carrera en la Universidad de La Habana. Primero me inserté a trabajar, como estudiante de práctica, en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas en aplicaciones de la Matemática a la Neurociencia. Después, en quinto, me vinculé al Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) haciendo aplicaciones de esta materia a la epidemiología”.

Cuando la epidemia del dengue en Santiago de Cuba, a finales de los años noventa del siglo XX, Lizet laboró, junto a sus colegas, en una estrategia cubana de empoderamiento comunitario para evitar esta enfermedad desde la perspectiva de sus actores claves.

“Se creó un grupo para trabajar en la participación social en la prevención del dengue. Entré inicialmente como matemática, luego como epidemióloga. Allí me incorporé a las Ciencias Sociales o Epidemiología Social con el componente de la Matemática, donde se ve, en la evaluación de las intervenciones, el análisis de datos. Todo ello me llevó a mi doctorado, pero al comienzo lo que hacíamos eran diseños de experimentos en los laboratorios, muestreos en las comunidades para las encuestas y con las prácticas de las ciencias sociales nos centrábamos en la búsqueda de indicadores para la toma de decisiones”.

En el 2000 vuelve nuevamente a participar en prevenir el dengue. Recuerda que, en los puestos de mando, para seguir la evolución de la enfermedad se trabajaba para llevarle datos concretos a Fidel.

“Él pedía información que debíamos analizar y nos pasábamos la madrugada en ello. Ya era madre, tenía a mis dos hijas pequeñas. En aquel entonces venían los compañeros de trabajo del puesto de mando a mi casa. Mis hijas fueron cuidadas por algunos de ellos, en tanto confeccionaba los informes de la epidemia; ahí sí hacía modelación y el análisis de los datos de dengue a diario. Todo ello para evaluar acciones y ver dónde se ejecutaban”.

Con la llegada del 2020 comenzó para los cubanos, como para la mayoría de los habitantes del planeta, el inicio de tiempos de miedo e incertidumbre, con la aparición de los primeros pacientes con COVID-19. Desde ese momento, e incluso un poco antes, en Cuba se elaboró una estrategia para cuidar la salud de los ciudadanos, mientras daba inicio el proceso de creación de candidatos vacunales propios.

Lizet fue una de las científicas que integró el grupo de expertos que ha asesorado al gobierno en el contexto de la pandemia.

En este escenario, el grupo de modelación Matemática abordó las ecuaciones diferenciales del comportamiento de las curvas epidémicas, en tanto, la Doctora en Ciencias centró su trabajo en la parte estadística, en el análisis de datos, en la evaluación de intervenciones de los protocolos clínicos, en demostrar qué indicador marca la diferencia y cómo se están viendo los cambios e incidencias de las acciones que el gobierno cubano ha estado ejecutando.

Para la investigadora titular del CIM no existen horarios ni momentos de descanso. Tampoco suele dar entrevistas sobre su persona. Es tímida, pero valiente. Su amor por las ciencias fue el detonante para este diálogo que nos ha llevado a conocer su mundo.

Desde que se graduó en el azaroso año 1993, se ha insertado en diferentes proyectos de comunidades saludables, iniciativa de la Organización Panamericana para la Salud que surgió en esa época.

“Integré un proyecto que dirigía el profesor Agustín Lage en Yaguajay, Sancti Spíritus. Se unieron varios especialistas de instituciones de la capital para trabajar en él. Ese fue el primer reto profesional que tuve. Me incorporé como muestrista; o sea, necesitaban un matemático que les ayudara para las encuestas iniciales, con el fin de hacer las evaluaciones sucesivas. Nunca había hecho un muestreo. En la carrera no había recibido nada relacionado con esa área de estudio.

“La idea de la representatividad de la población en la muestra fue otro reto para mí, porque, además, cuando llegas al lugar te das cuenta de la diversidad que hay en la población; entonces, cómo hacer una muestra representativa. Resultó muy bonito, pues fue la primera vez que tuve la oportunidad de trabajar con un grupo multidisciplinario donde la matemática, la demografía y la epidemiología eran importantes. Vi el abordaje de un problema desde el punto de vista social, salubrista y multidisciplinario”, recuerda la también experta en Bioestadística.

Por un tiempo, la investigadora titular trabajó en el sanatorio de Santiago de las Vegas, realizando evaluaciones de las consejerías, entre otras actividades. Pero en ese escenario lo difícil fue, desde el punto de vista personal, las historias de vida que escuchaba de personas aquejadas con la enfermedad.

En ese centro tuvo la oportunidad de coordinar con una socióloga un proyecto comunitario en Buena Vista, que buscaba la aceptación social de los pacientes. Según cuenta Lizet, existía rechazo e incomprensión de los habitantes del barrio sobre la enfermedad. Allí se hicieron numerosos talleres para trabajar en la eliminación de estigmas vinculados al machismo.

Su vocación pasó a ser en ese entonces lo social. ¿Cómo mejorar la inserción de estas personas en las comunidades? Otro desafío se imponía en la vida de Lizet. Luego de varias sesiones de trabajo en los talleres, la satisfacción de la investigadora fue escuchar de las propias personas aceptarse como seropositivas. Y el grupo fue aumentando, al punto de tener que cambiar de local hacia otro con más capacidad. Su mayor alegría fue haber sido útil.

“Saber hablar para distintos públicos”

¿Cuáles son las vías y las formas de traducir la información científica de manera tal que se pueda representar y ser útil para la toma de decisiones? La experiencia de trabajo le ha permitido a Lizet encontrar modos de hacerlo.

“Los profesionales de mi rama nos acostumbramos a un lenguaje muy abstracto y queremos el método o el modelo más interesante desde el punto de vista matemático, teórico, pero lo que es eficaz en la práctica a veces son cosas muy sencillas, las cuales puedes expresar con un gráfico, con un porcentaje; mas, hay que buscar ese dato y el reto está ahí: qué sacar en un volumen de información y cómo representarlo para que no quede archivado y pueda ser empleado. Es saber hablar para los distintos públicos”.

El científico, advierte, tiene que saber escribir la ciencia tanto para una publicación de su perfil, como para un informe. “Lo aprendí en las epidemias, pero me sirvió también en la biotecnología. Alguien produce una vacuna, un fármaco. Luego lo presentas al Ministerio de Salud Pública diciéndole las condiciones que reúne para su empleo e inserción en el cuadro básico de medicamentos. Ese es un ejemplo del uso de la estadística como herramienta para la evaluación. En estos tiempos, el aprendizaje que hemos tenido es cómo hablar para la población”.

Precisamente, la también integrante del Comité Científico de la revista Medic Review por la parte cubana, comenta acerca de la visibilidad que ha tenido la COVID-19 en los medios y el reto de saber comunicar para la población.

“Existe un cúmulo de información, de la cual hay que clasificar su validez; o sea, analizar que el dato presentado sea válido. Nosotros hacemos revisiones de la literatura internacional y ayudamos a clasificar. Lo otro es comunicar. ¿Cómo comunicamos para la población para que comprenda el mensaje?”.

Un espacio diferente

Lizet es una mujer sencilla, afable y alegre. No es el prototipo estereotipado de persona que a veces se asocia a su profesión, aquella que solo tiene tiempo para investigar. La manera en que habla de sus padres, esposo e hijas muestra lo familiar que es. Y resalta también su vocación por la naturaleza, tanta que en el balcón de su apartamento cuida más de 20 tipos de plantas.

Lizet estuvo en un grupo de espeleología en las cuevas de Santo Tomás. Si algo lamenta de la actual pandemia es que le arrebató la posibilidad de irse de excursiones a lugares con estas características. Le encanta viajar por toda Cuba y conocer en familia la naturaleza cubana.

“Mi familia lo es todo. Mis padres fueron quienes me metieron en esta locura de la Matemática. Mi papá, además de matemático, le gusta la historia. Hay una mezcla entre lo que hago y lo que está en la casa, pero nadie habla allí de esta materia; es el turno para compartir en el hogar”, cuenta emocionada.

Su apasionamiento por las ciencias se parece a la sed. Es evidente su afán de superación constante, de investigar, de encontrar posibles soluciones a los problemas. Para ella no hay obstáculos. Confiesa estar en un momento de madurez científica, aunque esté iniciando muchos proyectos nuevos.

“Soy licenciada en Matemática, máster en Epidemiología, Doctora en Ciencias de la Salud, educadora popular, pero no he hecho mi doctorado en Matemáticas, específicamente en Estadísticas. Estoy inscrita en Bélgica, en un doctorado conjunto. Pero para ello se deben hacer innovaciones metodológicas y teóricas a esta ciencia básica. Estoy tratando de transformar e incorporar a la disciplina los métodos que han venido desde la práctica.

“Quiero hacer mi segundo doctorado uniendo las enseñanzas y lo que he aprendido en las enfermedades infecciosas y en las crónicas no transmisibles. La COVID-19 me ha dado esa oportunidad, porque es una enfermedad infecciosa, que se agudiza o está muy influenciada por las crónicas no transmisibles: la hipertensión, diabetes y enfermedades pulmonares, por citar algunos ejemplos”.

Por el uso original y creativo de modelos matemáticos para resolver problemas demandados por la sociedad, y por los aportes en la docencia, la Dra. Lizet Sánchez Valdés, fue merecedora, en la categoría de Investigación, del premio de Matemática y Computación Sofía Kovalévskaya, conferido por la Sociedad Cubana de Matemática y Computación en el 2021.

La experta en Bioestadística recibió este reconocimiento por sus resultados de investigación, fundamentalmente, en el desarrollo de medicamentos para el tratamiento del cáncer de pulmón y de la COVID-19.

“En el 2012 empecé a trabajar en el CIM. En ese momento ya casi terminaba la fase tres de la vacuna contra el cáncer Cimavax e iba a emplearse en la práctica. Me inserté como matemática, diseñando la intervención y los pasos para hacerla. También, como epidemióloga, contribuiría a trasladar a la práctica una innovación.

“Las técnicas de Matemática que existían para el análisis de esa información se quedaban por debajo de lo que necesitaba. Ahí trabajamos en métodos novedosos para poder abordar el problema de supervivencia y de larga supervivencia.

“Esa experiencia es muy bonita, porque me hizo hacer innovaciones desde el punto de vista matemático en los métodos. Soy una apasionada de ese tema. En el intercambio con el equipo del laboratorio clínico hacemos los análisis e implementamos métodos para buscar cuáles son los biomarcadores y poder diferenciar a los pacientes. El problema práctico te lleva nuevamente a la Matemática, ves la limitación metodológica y empieza a desarrollar un nuevo método”.

El tiempo no es rival para una entusiasta de las ciencias básicas, ni límites tendría esta entrevista si depositáramos en ella todas las vivencias y resultados científicos de la Dra. Lizet Sánchez Valdés, una mujer que recorre las matemáticas sin miedos.

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