Padre de José Martí. Su letra, ortografía y fluidez eran óptimas para su tiempo y denotan una educación superior a la media. Algunos historiadores le han atribuido el oficio de sastre y de cordelero, heredado de su padre. Hijo de Vicente Martí y su madre, Manuela Navarro.
Ingresó en el Cuerpo de Artillería de su ciudad natal en la década de los cuarenta, y en 1850 pasó a La Habana con el grado de sargento primero, al ser trasladada a la capital de la colonia la compañía de que formaba parte.
Participó en la lucha contra la expedición de Narciso López, en la que se distinguió y fue gratificado. Establecido en la capital, contrajo matrimonio con Leonor Pérez Cabrera el 7 de febrero de 1852. Ocupó en Cuba los puestos de sargento de artillería, celador de barrio, capitán de partido y reconocedor de buques, aunque sufrió pobreza por carecer de empleo durante largas temporadas.
Viajó con su familia, por motivos de salud, a España (1857-1859) y a Honduras Británica, a donde llevó consigo a su hijo (1863). Mientras fue juez pedáneo de la Hanábana (abril de 1862 a enero de 1863), en la Ciénaga de Zapata, al sur de la actual provincia de Matanzas, Don Mariano tuvo al hijo a su lado, quien le sirvió de escribano. Tras caer su hijo en presidio, renuncia al cargo que entonces ocupaba —celador del barrio Cruz Verde, en Guanabacoa y comienza a hacer gestiones a favor de José, quien finalmente es deportado a España.
Don Mariano logra, pese a la persecución que cae sobre él y su familia, mantenerse en La Habana hasta que las perspectivas de juntarse nuevamente con el hijo lo hacen emprender un viaje a México, en unión de la familia, en junio de 1874.
Allí se encuentran en enero del siguiente año, aunque con la pena por el deceso, días antes, de Ana. Don Mariano había llegado a México sin dinero, todo lo había dado por su hijo.
En ese país conoce a Manuel Mercado, por cuyo intermedio obtiene un contrato de suministros para el ejército mexicano, y él y toda su familia confeccionan arreos y mochilas, lo cual les ayuda a salir de la penuria y les permite poner casa propia y abandonar los altos de la casa de Mercado, quien había prohijado a todos.
Residió temporalmente en New York (1883-1884), donde estuvo bajo el cuidado de su hijo.
Murió en La Habana el 2 de febrero de 1887, posiblemente en la casa de su yerno José García Hernández, esposo de su hija Amelia.