Renombrado declamador conocido como “El acuarelista de la poesía antillana”. Único en su tipo. Durante años es invitado a formar parte del claustro de profesores de las escuelas de música del ministerio de Cultura. Es un declamador, auténtico, pleno y sencillo, es de esos artistas que todos admiran por su entrega y profesionalidad. Algunos explican su éxito a la creación de un estilo único que lo convierte en un clásico. Por la prolífica obra es acreedor de numerosas condecoraciones.
Sobresalió en el montaje de voces y un repertorista de sólidos conocimientos del trabajo con solistas, a los que ha acompañado como pianista.
Nació en Santiago de Cuba y allí inició su quehacer en el arte cuando solía declamar en las fiestas familiares y de amigos. Integrante de una familia de siete hermanos, su madre escribía y enseñaba poesía a sus hermanas mayores. Ella fue, sin dudas, la persona que más marcó su vida y su carrera.
Luego, en 1943, fue invitado a participar en la emisora radial CMKC en un programa de aficionados, convirtiéndose posteriormente en el director artístico de ese espacio.
Compartía entonces labores como profesor de inglés y la radio, cuando en 1945 parte para Nueva York, donde tuvo lugar un encuentro con Esther Borja, decisivo en su devenir artístico, quien le presentó a Ernesto Lecuona, gracias al cual actuó en la cadena NBC.
Fue la puertorriqueña Diosa Costello quien lo condujo a presentarse en el Teatro Hispano, que le abrió las puertas del prestigioso Carnegie Hall donde llegó a ofrecer un recital.
Siempre luchó por elevar el nivel de la declamación de la poesía afro. Por eso creé una técnica que no se aprende en un día, sino en seis décadas de esfuerzo. Con frecuencia les dice a sus alumnos: Te estoy explicando 60 años de experiencia en 60 minutos.
Es un autodidacta. Por si mismo aprendió el uso de la voz, la selección de temas, de material, con lecturas constantes, ejercicios, ensayos y su experiencia personal. Poco a poco ha ido creando una metodología que hoy pone en práctica para su propio trabajo y para los artistas aficionados que acuden a sus clases.
En una ocasión, durante un homenaje al cantante René Cabel, Pepe Biondi, integrante de un dúo cómico argentino muy famoso en esa época, al verlo actuar le expresó: “lo que usted hace no es recitar, es mucho más, cuando usted se expresa es como si dibujara con una acuarela”. Fue este el origen del sobrenombre que lo ha identificado desde entonces: “el acuarelista de la poesía antillana”.
Pero Luis Mariano Carbonell es mucho más. Porque si bien es cierto que cuando se le escucha y ve interpretando un poema –ya de la llamada poesía negra, ya de la épica, ya del amor- puede transportarnos al contexto, a la atmósfera, al mundo todo que sugiere o explicita el verso, su dominio de la voz y la armonía, de la inflexión exacta y la dicción impecable, de la música y el silencio, junto al gesto sutil y la expresión natural, logran además del “dibujo”, abrir las puertas de la emoción y la participación de quienes vibramos encantados con el hechizo.
No hay lugar a dudas, es un maestro del arte vocal y de la escena, de todos sus recursos y efectos, que se conduce con el mismo acierto por el humor o la desventura, y que se entrega con igual pasión y exigencia ante el público del renombrado teatro o aquel que colma la actividad sencilla del barrio o del centro de trabajo.
En 1985, hizo tres discos con la firma Cubaney y la EGREM le grabó varias placas, algunas de las cuales han sido comercializadas en el extranjero y recientemente el CD La mulata, Ñáñigo al cielo y otros poemas. Su labor como maestro, pianista, repertorista y arreglista de voces ha sido realmente importante, al punto, que su presencia resulta imprescindible al hacer la historia de los cuartetos y otros grupos vocales.
Luis Carbonell tiene predilección en especial por el violín y el piano, que junto a la rítmica de los instrumentos de percusión, están incorporados a su arte.
Y falta añadir su labor como maestro, pianista, repertorista y arreglista de voces al punto que su presencia resulta imprescindible al hacer la historia de los cuartetos y otros grupos vocales en Cuba. Por ello ostenta la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Raúl Gómez García, la Orden Félix Varela (1996), y los Premios Nacionales de Humorismo (2003) y de la Música (2003).
A una edad cuando la mayoría se acoge al descanso necesario o al disfrute de la obra realizada y de los homenajes, Luis Carbonell sigue creando con pasión y entereza -que mucho ha tenido que utilizar para sobreponerse a las secuelas de un accidente de salud-, con su memoria intacta y todavía repleto de sueños, allí, en su modesto apartamento del Vedado capitalino, donde la cultura cubana le sabe fiel e irrepetible.
Murió en La Habana el 24 de mayo de 2014 a los 90 años
Ver: Seis décadas en la gloria https://www.granma.cubaweb.cu/2013/07/26/cultura/artic04.html