Era un insigne pianista, compositor y director de orquesta cubano.
A los ocho años de edad inició sus estudios musicales con su padre, el destacado profesor, compositor y violinista Carlos Anckermann. A los diez años pudo sustituir en la conducción de un terceto al director de orquesta Antonio González.
Con quince años marchó a México como director musical de la compañía de teatro bufo de Narciso López visitando varios estados mexicanos, extendiendo la gira a California. Residió varios años en Ciudad México, dedicado a la enseñanza musical.. En Cuba fungió como director musical de los principales teatros.
A los diecisiete años escribió la partitura de su primera obra teatral, La gran rumba (parodia de la revista española La Gran Vía), que se estrenó en el teatro Tacón, de La Habana. Dio a conocer sus composiciones al público habanero con una pequeña orquesta que formó, con Luis Casas Romero en la flauta, para acompañar proyecciones de películas silentes.
Entre las funciones del cinematógrafo, Anckermann tocaba algunas de sus vivaces danzas para piano, y también danzones; así se dio a conocer en el ambiente musical habanero y comenzó a relacionarse con gente de teatro, como los hermanos Gustavo y Francisco Robreño, quienes le encargaron la composición de la música de la revista Ni loros, ni gallos, estrenada en septiembre de 1899 en el teatro Lara.
Para Ni loros, ni gallos compuso una guajira que le granjeó el inmediato favor del público, y significó una credencial para el futuro compositor de El arroyo que murmura.
En noviembre de 1900 reabrió sus puertas el teatro Alhambra -cerrado desde el estallido de la Guerra de Independencia de 1895-, con Manuel Mauri como director musical. En 1908 se estrenó en ese escenario Napoleón, con libreto de los hermanos Robreño y música de Jorge Anckermann. Al año siguiente, se puso en escena La segunda república, también con partitura suya, y libreto de su hermano Guillermo.
En 1909 Anckermann obtuvo el primer premio en un concurso convocado por el Ayuntamiento de La Habana, con su obra Aires cubanos. En septiembre de 1911 el maestro Manuel Mauri abandonó su plaza en el Alhambra, por desavenencias con los empresarios, y fue al “hijo del viejo Anckermann” a quien se convocó apresuradamente para dirigir la orquesta y salvar la temporada de La revolución china (con libreto de Federico Villoch). Jorge Anckermann permaneció como director musical del coliseo hasta que éste cerró sus puertas en 1935.
En julio de 1912 se estrenó su obra La casita criolla, con libreto de Villoch, que constituyó un gran éxito. La obra trataba en burlas la reelección del presidente José Miguel Gómez, y al mismo tiempo, hacía propaganda electoral a favor de Mario García Menocal, el presidente que prometía honradez y enarbolaba su humilde origen en su "casita criolla". Para la obra, Anckermann creó un género nuevo: el tango- congo, que se hizo muy popular en la interpretación de Blanca Becerra: Tumba la caña/ anda ligero/ que viene el mayoral/ sonando el cuero.
En el teatro Alhambra encontraban su reflejo sucesos y asuntos de actualidad, tanto nacionales como internacionales. Cada tres o cuatro meses se presentaba una obra “en grande”, cuyo libreto era invariablemente, a partir de 1911, de Villoch o los hermanos Robreño, y la música de Jorge Ankermann; entre cada estreno se glosaban acontecimientos sociales y políticos a través pequeños sainetes o simpáticas revistas que se presentaban cada viernes. La partitura de aquellas puestas semanales, que constaban de cinco o seis números musicales, también era compuesta por Anckermann.
Su obra musical por entonces ya incluía casi todos los géneros populares cubanos, afincada en “lo criollo”, e insertaba el “choteo” -la burla simpática, la alusión pícara, la intertextualidad del habla popular-, en ambientes musicales o dramáticos “refinados”.
En los días de la Primera Guerra Mundial se llevó a cabo, en una habitación del Hotel Plaza, de La Habana, una serie de grabaciones de piezas de Anckermann procedentes de sainetes estrenados en Alhambra, como Aliados y Alemanes. A esa serie de registros pertenece también una clave de Anckermann (Oye mi clave, de El bombardeo de Amberes) que encomiaba la pericia demostrada por el general francés Joseph Joffre -destacado en la campaña turca-, convertido para el caso en una especie de mayoral de plantación cañera –¡Huye, huye, que viene Joffré!–; y un diálogo cómico, terminado en encendida rumba, en el que una mulata marcha al frente disfrazada de "bere-bere", a buscar a "su negro" (Sergio Acebal), y lo sorprende, justo en el día de inicio del Ramadán, cortejando a otra joven.
La orquesta de Alhambra estaba compuesta generalmente por ocho profesores, pero al decir de Robreño, gracias a la dirección de Anckermann “sonaba como una sinfónica”. Las obras de mayor duración tenían un promedio de diez números musicales, y las más breves, de cinco a seis, la mayor parte de los cuales eran originales. A partir de 1913 algunos de los artistas de Alhambra comenzaron a grabar en discos números de Anckermann, con su propia dirección orquestal; entre ellos, Adolfo Colombo, “El isleño”; Luz Gil, “La mexicana”; Hortensia Valerón, Blanca Vázquez y Blanca Becerra.
Anckermann transcribió durante años obras de compositores populares que no sabían escribir música, sobre todo de la trova; o instrumentaba, para la escena de Alhambra, composiciones de Alberto Villalón, Rosendo Ruíz, Manuel Corona, Graciano Gómez, Eusebio Delfín y Sindo Garay. En varias de sus crónicas Alejo Carpentier se refiere a la faena de Anckermann como músico, elogia sus trepidantes danzones, que servían de obertura a los espectáculos, y asegura "que sabía contrapunto y fuga, que sabía instrumentar".
El «Patria» en España (1913), Flor de té (1915), La danza de los millones (1916), El rico hacendado (1919), Delirio de automóvil (1921), La señorita de Maupin y Las enseñanzas de Liborio (ambas de 1922), son algunas de las obras que con música de Anckermann estrenó el Alhambra en esa época. El 28 de febrero de 1923 se estrenó, con partitura de Anckermann y libreto de Federico Villoch, una de las obras más exitosas de la historia del teatro musical cubano: La isla de las cotorras, recreada mucho después, en 1989, en la película La bella del Alhambra, de Enrique Pineda Barnet. Esta obra fue repuesta en agosto de 1962, con la dirección de Francisco Morín, y Gilberto Valdés como director de orquesta. Fragmentos de esa reposición aparecen en el documental Cuentos del Alambra (1963), de Manuel Octavio Gómez, que recoge un conmovedor homenaje a varias figuras del famoso teatro entonces aún vivas.
Fallece
Jorge Ánckermann falleció en 1941. Seis años antes, el 18 de febrero de 1935, el pórtico de Alhambra y una parte de la platea se habían desplomado tras terminar una función.
Entre 1923 y 1935 estrenó La verbena de los mantones (1924), La rumba en España (1925); La revista sin hilos (1926); Las bodas de plata (1927); Los grandes de Cuba (1928), La revista loca (1929), El bolero (1930) y Bocetos de Cuba (1931), entre otras revistas, sainetes y zarzuelas. Además de conducir durante más de tres décadas la orquesta del Alhambra, Anckermann dirigió orquestas en otros teatros habaneros: Molino Rojo, Albisu, Payret y Tacón. Según el catálogo del Seminario de Música Popular, fue autor de más de quinientas partituras, y de 1159 números musicales.
Números más recordados
Entre sus números más recordados están El arroyo que murmura, Flor de Yumurí, Un bolero en la noche, El quitrín y la rumba Galleguíbiri-Mancuntíbiri. Sus danzones El país de las botellas y La isla de las cotorras, que sirvieron de oberturas a obras del Alhambra, eran empleados aún con ese fin por compañías de Teatro vernáculo cubano que recorrían la Isla por la década de 1950.
En su homenaje se fundó el conjunto teatral Jorge Anckermann, que funcionó a lo largo de varias décadas en el teatro Martí dirigido por Rodrigo Prats, Eduardo Robreño y Enrique Núñez Rodríguez, el cual repuso numerosas obras musicales vernáculas y presentó antologías del repertorio lírico cubano.
Compuso partituras de zarzuelas, revistas y juguetes cómicos que alcanzaron gran notoriedad además, es autor de canciones, criollas y boleros.. Prolifero autor, se le considera el creador del género guajira.
El glorioso teatro Alhambra fue el mejor escenario de sus éxitos estrenando allí La Isla de las cotorras. Entre sus obras más populares figuran “El arroyo que murmura”, “El quitrín”, “Flor de Yumurí”, “Un Bolero en la noche”.