Compositor y guitarrista. Considerado uno de los grandes de la trova tradicional cubana.
Nació en Santiago de Cuba, Oriente. Fue uno de los discípulos que tuvo el guitarrista, compositor y barítono José Sánchez (1856-1918), llamado “el padre del bolero”, ya que compuso, entre otras muchas piezas, Tristezas, primer bolero del cual se imprimió su partitura en 1885. Ruiz, como su maestro, se ganó la vida como sastre, aunque también tuvo que desempeñar otros oficios.
A finales del siglo XIX participaba ya en canturías y ofrecía serenatas con otros discípulos de Pepe Sánchez, como Sindo Garay, José Pepe Figarola, Alberto Villalón, Luis Felipe Portes, Roberto Moya, Salvador Adams, Juan Che Ladrón de Guevara, Emiliano Blez, y Miguel Matamoros.Compuso su primera canción en 1902, que llevó por título Venganza de amor, estrenada en el Teatro Martí, de La Habana, por el entonces famoso “cantador” José “El galleguito” Parapar en 1911.
Su primer gran éxito como compositor lo obtuvo en ese año con el estreno de su canción Entre mares y arenas (1910), con letra de Francisco Vélez Alvarado, que de inmediato integró el repertorio de la mayoría de los dúos, tríos y cuartetos de la trova que actuaban en los cines de la capital cubana entre las tandas de películas silentes.
María Teresa Vera fue la primera que grabó sus canciones, en 1914, con la voz segunda de Rafael Zequeira: Tere y Gela. Al año siguiente el dúo grabó Rosina y Virginia (conocida como Dos lindas rosas), una de sus obras más difundidas. Entre ese año y 1915 el dúo grabó Confesión, Encanto de Estela, Patria y honor, Violeta, Mi Cuba bella, y Llanto del corazón. En 1919, Cuba aliada. En 1915 Rosendo Ruíz se trasladó a la ciudad de Cienfuegos, donde vivió durante algunos años.
Entre sus primeras obras en disco figuraba la guaracha Liborio, que alude al desencanto del pueblo cubano (representado por el personaje del guajiro Liborio) en la primera década republicana. Esta guaracha, la canción Vanidosa, el bambuco Cuba y sus misterios, y la extraordinaria canción-capricho Falso juramento, fueron grabadas por José Castillo, voz prima, con la guitarra y segunda voz de Manuel Luna en 1918.
Falso juramento, creada para ser cantada a dúo, tiene la peculiaridad de poseer dos letras distintas que combinan de manera simultánea, dos líneas melódicas y dos textos diferentes, lo cual no sólo es sorprendente para un compositor que desconocía la técnica musical, como apunta acertadamente Radamés Giro en su Diccionario Enciclopédico de la Música Cubana (2007), sino que revela que el entonces joven autor poseía un auténtico dominio de la armonía. Confesión es también una canción a dos voces.
El dúo formado por María Teresa Vera y Zequeira –acompañados en muchas ocasiones por la guitarra de Manuel Corona– cantaba también por aquellos años, de Rosendo Ruíz, el bambuco Mi chiquita y los boleros Dichoso y feliz y Naturaleza (grabados hacia finales de la década de 1910, entre otros números de su autoría).
En 1917 Rosendo compuso el himno Redención, alusivo al Día de los Trabajadores, estrenado el 1 de mayo de 1919 por un coro de doce voces y orquesta en el teatro Payret. Probablemente este sea el primer himno obrero escrito en América Latina.
En 1918 nació su hijo Rosendo Ruíz Quevedo, compositor de canciones y boleros como Hasta mañana vida mía, No, ya no te puedo amar, Bibelot de chocolate, y de chachachás muy populares como Rico vacilón, Los marcianos y Los fantasmas.
En 1920 Rosendo Ruíz se radicó en la popular barriada de Jesús María, en La Habana, sitio de reunión de trovadores, soneros y rumberos. Se ganó el sustento como sastre, a la vez que componía, tocaba la guitarra, se integró a dúos, tríos y cuartetos. En 1922 escribió un son: Lo que dice Aniceto, y luego, La chiquita de Bayamo y Tápame que tengo frío, que grabó en Nueva York el Sexteto Occidente de María Teresa Vera. Este número, con el paso de los años, se convierte en danzón, con el título de La chaúcha, que graban varias orquestas charangas, como la de Antonio María Romeu, la de Rodrigo Prats y Aragón.
En 1926 fundó el Cuarteto Cuba, con Vitaliano Matas (guitarra acompañante), Eusebio Corzo (segunda voz) y Rafael Ruíz (voz prima). Tres años después forma el Trío Habana (con Emilio Betancourt, voz prima. y Enrique Hernández, voz segunda y guitarra acompañante), con el cual hizo grabaciones de nueve de sus números, entre ellos, los sones Para enredarme contigo y Mírame y no me comas.
Murió en La Habana el 1 de enero de 1983.
Obras destacadas
El 4 de febrero de 1928 el famoso Sexteto Habanero llevó al disco su son Tin cun tán, y en diciembre del mismo año De mi Cubita es el mango, que adquirieron gran difusión. En 1929 recibió un Diploma de Honor por sus creaciones musicales en la Exposición Internacional de Sevilla.
La difícil situación política y económica del país a inicios de la década siguiente hicieron que Rosendo Ruíz escribiera una guajira que, como muchos de sus números, reflejaba su honda preocupación por los destinos de su país: Junto a un cañaveral, que fue grabada, entre otros grupos, por el Cuarteto Antonio-Machin, en Nueva York en 1932.
El cantío de mi gallo, Nostalgia guajira, Un paraíso es mi Cuba y A Santa Clara me voy son composiciones de esa etapa. Su pregón Se va el dulcerito, editado en Francia (Le marchand de candi) y grabado por la orquesta de Julio Cueva, en París y por Machín, en Estados Unidos), es incluido en la banda sonora de la película El alegre solterón, con Adolphe Menjou.
A inicios de la década de 1930 Guillermo Rodríguez Fiffe y Enrique Valls, ambos santiagueros, formaron un dúo y llegaron a La Habana cantando de pueblo en pueblo. Ya en la capital se unieron a Rosendo Ruíz para formar el Trío Azul en 1936, que tuvo notable éxito a través de la radio y presentaciones personales. En junio del año siguiente grabaron, de Ruíz, Solavaya y La comparsa Malacó.
El primer disco de Paulina Álvarez, “La Emperatriz del danzonete”, contiene su rumba Pimienta y sal (compuesta en colaboración con Adolfo Rodríguez). En 1942 Guillermo Portabales con el Trío Habana estrenó en disco su guajira Flor de amor, que muchos años más tarde, en 2004, daría título a una de las producciones discográficas de Omara Portuondo, con éxito internacional.
Durante años Rosendo Ruíz impartió clases de guitarra a muchos trovadores. En 1939 escribió su obra Estudios prácticos en la guitarra; sistema de acompañamiento, que ha conocido varias ediciones y que ha constituido una herramienta muy útil para ejecutantes cubanos del instrumento a través de varias generaciones.
De los años de la década de 1940 son los boleros Te quiero así, Amorcito criollo, Dame un beso, Los días de mi vida, Que te ayude Dios, No vivo sin ti y Te desprecio, mujer; la guaracha Borrón y cuenta nueva; la rumba Ahora bailan los tres, el son tropical En Cubita se goza; el vals Son tus lindos ojos y los sones Contigo no bailo más y Te veré.
En la década de 1950 las canciones y boleros de Rosendo Ruíz fueron cantadas y grabadas, sobre todo, por los principales intérpretes del repertorio de la canción trovadoresca: María Teresa Vera, con Lorenzo Hierrezuelo, quienes continuaron cantando sus canciones a dos voces; el dúo que formaban Jesús Cabrisas e Irene Farach, y Barbarito Diez con la orquesta de Antonio María Romeu, en arreglos de canciones, boleros y pregones en ambiente danzonero.
En 1955 el dúo Cabrisas-Farach grabó para la firma cubana Panart un larga duración con obras de Rosendo, acompañados por sus guitarras y por una orquesta de cuerdas dirigida por Adolfo Guzmán. En este disco –que salió al mercado en 1960– participó como guitarrista el propio autor.
El Conjunto Casino y Abelardo Barroso con la Orquesta Sensación incluyeron en sus repertorios la popular guajira Junto a un cañaveral.
Las Hermanas Martí, en la década siguiente, le dedicaron dos discos de larga duración a sus obras más conocidas, producciones que contaron con la asesoría de Rosendo y que aparecieron bajo el sello Egrem.
En 1967 es elegido presidente del Forum de la Trova, celebrado en la Biblioteca Nacional Cubana. Se mantuvo orientando a cantores y guitarristas interesados en conocer los secretos de la canción tradicional cubana durante muchos años, en los que vio partir a todos sus compañeros de trova.