María Josefa Eufemia
Cabrales
Fernández

María Josefa Eufemia  Cabrales Fernández
María Cabrales
Nacimiento:  
20
/
3
/
1842
Fallecimiento:  
28
/
7
/
1905

Ejemplo de las mujeres cubanas en la lucha por la libertad de la Patria, y por mantener en alto la dignidad de su pueblo. La historia de Cuba la recoge como una mujer de grandes valores, a quien los lazos de amor, respeto e ideales la llevaron a sellar su unión con el lugarteniente general Antonio Maceo.

Nació en la finca San Agustín, situada en épocas de la colonia en la jurisdicción de Jutinicú, en San Luis, Santiago de Cuba. Hija de los pardos libres Ramón Cabrales y Antonia Fernández. Sus hermanos fueron: Fabián, Santiago, Caridad y Dolores. María era la menor de todos ellos.

Nace la patriota cubana cuando comenzaban las ideas separatistas en Cuba a mediados del Siglo XIX. Durante los años de la niñez de María Cabrales, el país se desarrollaba en medio del candente problema de la esclavitud. Los Cabrales poseían un pedazo de tierra en San Agustín, entonces jurisdicción de Jutinicú. Eran pardos libres, pero a pesar de ello sufrían las consecuencias de la discriminación racial. Vecinos de Marcos Maceo y Mariana Grajales, pardos libres como ellos y propietarios de varias caballerías de tierra.

Esta amistad que luego se convertiría en lazos familiares, les venía posiblemente por la raíz antillana de la madre de los Maceo. María Cabrales pasaba sus años juveniles entre la finca de San Agustín y Santiago de Cuba, al igual que lo hacían los Maceo. Sus padres, tenían cierta posición económica y social holgada, por lo que alternaban con gente prominente en Santiago de Cuba. Se relacionaban con criollos blancos, entre ellos comerciantes, almacenistas y gente de cultura.

María era una joven mulata de rostro bonito, pelo rizado, esbelta, de ademanes graciosos. Era una belleza propia de la mezcla de razas. Poseía conocimientos propios de las mujeres de su época y condición social. Sabía leer y escribir, que ya era algo importante en una mujer de su tiempo.

Vecinos y amigos íntimos, los Maceos y los Cabrales fortalecieron aún más su amistad cuando el 16 de febrero de 1866 Antonio Maceo contrajo matrimonio con María. Aquella unión por amor vino a fortalecer más el carácter viril del joven mulato, que ya tenía fama de serio en sus acciones y recto en sus principios, heredados del padre y más aún de la madre.

Antonio Maceo y María Cabrales pasaron a vivir entonces a la finca La Esperanza. Tuvieron dos hijos María de la Caridad Maceo Cabrales y José Antonio. Poco a poco. Antonio fue adentrándose en cuestiones políticas y su continuo viajar de Santiago y a otros pueblos vecinos le hizo acostumbrarse a la libertad y la justicia, sus dos grandes pasiones. María era una compañera comprensiva y consecuente con las ideas revolucionarias que iban prendiendo en su marido. Su vínculo familiar con los Maceo la llevan a sentir enorme respeto hacia los padres y mayores y así se adaptó fácilmente a la nueva vida con Antonio.

Siempre se escucha decir que detrás de un hombre extraordinario está el apoyo de una gran mujer. Quizá no pueda existir mejor frase para describir la dedicación de María Cabrales a su esposo Antonio Maceo y Grajales, en la paz y en la guerra, en el exilio y en el campo insurrecto.

De extraordinaria inteligencia natural, no pudo desarrollarse intelectualmente por las características de la época, pero supo adaptarse a la precariedad económica de la vida revolucionaria. En la manigua, asistió a los heridos y trabajó para garantizarles alimento y ropa a las tropas. Allí, en medio de la hostilidad y las vicisitudes, dio a luz a sus hijos y, desesperada, impotente, los vio morir en sus manos sin poder salvar los frutos del amor que, como toda madre buena y apasionada, llevó en el vientre con tantas ilusiones.

María Cabrales, tuvo que reponerse de aquel desastre. De mucho le sirvió el ejemplo de voluntad férrea de Mariana Grajales, la madre de los Maceo, que va con ella a los campamentos de los patriotas cubanos, donde están sus hijos y el marido, a curar heridos después de los combates o a llevarles alimentos y ropa.

Difíciles tiempos aquellos de la guerra de 1868 en los que Mariana y María y los demás miembros de la familia se movían hacia los lugares cercanos donde operaba Antonio. Ellas fueron las primeras enfermeras de la guerra, pues prestaban auxilio al terminarse los combates.

La abnegada patriota, padeció todas las penalidades de la contienda bélica, riesgos y sacrificios sin fin, sin expresar una queja. Compartió con Maceo las tentativas rebeldes, las persecuciones, la guerra, los montes y el destierro. Vivió la gesta heroica de 1868, la rebeldía inflexible de los Mangos de Baraguá, la intentona revolucionaria de la Guerra Chiquita y también la etapa sublime de 1895.

Después de la guerra de 1868 acompaña a su esposo en el peregrinar por tierras del Caribe: Jamaica, Honduras, Panamá, hasta establecerse en Costa Rica, donde funda el Club de Mujeres Cubanas de Costa Rica. Su atracción personal hacía aumentar los fondos colectados y su labor de proselitismo no tenía superación de ninguna clase.

La marcha triunfal de Oriente a Occidente fue seguida por María Cabrales y en algunas ocasiones se ha dicho que los españoles perseguían al coloso mambí por las huellas de los zapatos de María. Si en algún momento no pudo estar a su lado, causas muy poderosas se lo impidieron. María Cabrales, fue para Maceo, la inspiración que animaba su espíritu, porque ambos estaban profundamente compenetrados con el ideal patriótico.

Supo soportar con terrible dolor la muerte de Antonio Maceo el 7 de diciembre de 1896. Célebres son la frase y actitud suyas, de cuando el bravo mambí recibió siete impactos de balas, en el combate de Mangos de Mejías, Oriente. Lo protegió con su cuerpo y le permitió escapar del enemigo, porque “A salvar el General o a morir con él”.

Al finalizar la contienda iniciada en 1895, María Cabrales residió en la Finca San Agustín, próxima al poblado de San Luis, en Santiago de Cuba. En esa época fundó el Asilo de Huérfanos de la Patria, para atender a los niños que habían perdido a sus padres en la guerra de independencia.

En la mañana del 28 de julio de 1897 , se despidió de la vida, quizás pensando en uno de sus dos grandes amores: Antonio Maceo y Cuba. Los restos mortales de la extraordinaria patriota reposan en el Cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba.

María Cabrales de Maceo asumió el papel protagónico de la mujer cubana que contribuyó, con su trabajo y actitud revolucionaria, a forjar el destino histórico de su pueblo.