Gobierno japonés concede a Omara Portuondo y a Teresita Hernández la Orden del Sol Naciente

La Embajada cubana en Japón ha informado que el gobierno nipón anunció las personalidades y artistas extranjeros que reciben este año 2019, la condecoración Orden del Sol Naciente, Rayos de Oro con Roseta. El máximo galardón fue otorgado a la intérprete Omara Portuondo Peláez y a Teresita Hernández Corrales.

Reconocida como La Diva del Buenavista Club, Omara Portuondo ha contribuido mediante la canción cubana por más de medio siglo, a superar las relaciones entre ambos pueblos cuyas culturas son muy lejanas.

Por su parte, Teresita Hernández fue durante más de dos décadas directora de la Casa de Asia en el centro histórico de la Habana Vieja, cargo que ocupó desde su creación hasta el pasado año.

Así mismo ambas personalidades son valoradas por los méritos y cualidades profesionales en la promoción de las relaciones amistosas entre Japón y Cuba.

La Orden del Sol Naciente, Rayos de Oro con Roseta, fue creada el 10 de abril de 1875 por el Emperador Meiji, Mutsu-Hito y es el segundo lauro en el sistema japonés tras la Orden del Crisantemo.

La distinción se confiere para gratificar los servicios especiales de carácter militar y civil prestados al Japón, y desde 1981 se puede conceder a ciudadanos extranjeros con un Diploma firmado por el propio Emperador reinante.

La Orden tiene por insignia el sol naciente proyectando sus poderosos rayos. Se fundamenta en la alegoría de Japón como «Imperio del Sol Naciente» cuyos rayos proporcionan energía y poder.

Radio Cadena Habana

Omara Portuondo Peláez


cantante, arte

Hay algo de cinematográfico en la historia de Omara Portuondo. Hija de una mujer de familia española y bien que abandonó su círculo social para casarse con un bello jugador negro del equipo nacional cubano de béisbol —lo que la llevó a tener que ocultar en público este enlace, pues los matrimonios mixtos no estaban nada bien vistos en Cuba en aquella época—, Omara entró en contacto con la música ya en su más tierna infancia. Como en cualquier otro hogar cubano, la futura cantante y sus hermanos crecieron rodeados de la música que, a falta de gramófono, entonaban sus padres.