Viengsay Valdés y su amor por Cuba

En el Salón Azul no existe espacio para otra presencia. Viengsay Valdés anda como poseída. La música llena cada rincón y ni siquiera se deja perturbar por la intensa luz que penetra por las enormes puertas y a veces se dibuja con los colores de los geométricos vitrales. El ensayador observa atento a la espléndida bailarina que lo sabe, pero lo olvida cuando dialoga con esa melodía que la lleva a querer alcanzar el cielo, a girar con la fuerza descomunal de un rabo de nubes…, y de todos modos ella se las arregla para jamás lastimar con sus brazos el aire.

El calor es sofocante y no tiene piedad. Sin embargo, su energía permanece intacta. No importa cuántas veces se convierta en admirable surtidor cuando se trata de alcanzar la perfección. Solo después que el silencio se hace rey, ella desciende con delicadeza de las puntas, y es que uno cae en cuenta de que lo divino empieza a cederle paso, poco a poco, a lo humano. Me acerco con cautela para no importunar el trance. Entonces me nota y sonríe.

—Enseguida estoy contigo, solo dame unos minutos, por favor, me asegura, y yo intento disculparme por mi impertinencia. Tal vez debí dejar para otro momento el encuentro ya pactado, pero en solo dos días el Ballet Nacional de Cuba (BNC) partía a su habitual gira por España, y era la primera vez en que, además de como rutilante primera bailarina, Viengsay Valdés viajaba en calidad de subdirectora artística de esa misma compañía en la que se hizo grande.

Imagino que haya sido una satisfacción inmensa para ti este significativo nombramiento, le digo cuando otra vez la tengo a mi lado y su respuesta no se hace esperar. “Sí, lo es, por el tiempo que llevo dentro de la compañía, por ese sentido de pertenencia que no me abandona, ¡porque amo a mi país! Aquí pertenezco. Adoro mi Isla, aquí lo tengo todo… Te aseguro que no existe satisfacción mayor para un artista cuando es reconocido en todo el mundo, que regresar a su país y sentir que en tu tierra te colman de amor y reconocimiento”, y su voz se quiebra durante unos breves segundos, que a mí me resultan una eternidad.

—Primero debe haberte sorprendido la designación, luego debió caer sobre tus hombros una responsabilidad muy grande. Estamos hablando de una compañía que en 70 años ha sido dirigida por Alicia, y de momento te eligen a ti…

—Una responsabilidad enorme… De esos 70 años, puedo decir que hay 25 en los que le he entregado mi vida a esta compañía. Y ello me reafirma la convicción de que debemos ser muy respetuosos con ese legado histórico, con ese gran aporte a la danza universal que ha sido la escuela cubana de ballet; con ese desarrollo que ha evidenciado el BNC en su trayectoria, y que nos ha traído hasta aquí, hasta lo que somos y nos hace sentir orgullosos dondequiera que estemos.

“Todo ha sido obra del BNC, de Alicia, de sus fundadores, de los maestros, ensayadores, técnicos, de los bailarines y bailarinas que a lo largo de siete décadas han hecho posible el casi milagro de que una pequeña isla del Caribe, tan alejada, en el tiempo y en el espacio, del surgimiento y la evolución de este arte sublime, haya conseguido el reconocimiento y el aplauso del mundo entero.

“Pero igualmente pienso que no podemos seguir viviendo de las glorias pasadas, hay que volver a rescatar esa admiración que ha fluctuado en los últimos años, por disímiles razones. Es evidente que ha habido un estancamiento y debemos actualizarnos, proyectarnos hacia el futuro, recuperar ese lugar que conquistamos a nivel internacional.

“Es importante que nuestra escuela cubana esté representada a escala planetaria no solamente por bailarines cubanos estelares que se han convertido en estrellas formando parte de reconocidas compañías, como sucedió con José Manuel Carreño, Carlos Acosta, Rolando Sarabia, Osiel Gounod y otros tantos, sino que también nuestras mujeres sean reflejo, con idéntica magnitud, de esa grandeza. La escuela debe destacar no únicamente porque sus hombres sean técnicamente sobresalientes, sino porque ella en su conjunto sea fuerte en sí. La crítica internacional, sin excepción, señala que los bailarines cubanos son muy talentosos, que tienen una fuerza muscular, una potencia en la escena, pero esa potencia y esa fuerza hay que saberlas dosificar, saberlas refinar para que estén más a tono con los requerimientos de este arte.

“Este es un elemento esencial, porque la compañía se nutre de esa escuela cubana de ballet, que sigue siendo muy sólida, pero que debe, sin perder esos rasgos que nos hacen únicos, estar más actualizada.

“Reconozco que los grandes clásicos son nuestras joyas, pero el BNC se tiene que mostrar en muchos más estilos, no solo por lo que lo enriquecen, sino también por lo que enriquece a sus propios bailarines, quienes descubrirán otra manera de bailar, de mover el cuerpo, y adquirirán nuevas sensaciones… Enfrentar nuevas obras y líneas estéticas, con diferentes coreógrafos, les permitirá crecer de modo integral. Todo ello redundará en beneficio de la compañía.

“Por ahí va mi filosofía de trabajo en esta primera etapa. Yo, por supuesto, continuaré el legado histórico de esta compañía que adoro y admiro, pero no podemos seguir dándole la razón a quienes afirman que nos hemos detenido en el tiempo. Creo que el modo en que la compañía se puede avivar realmente es asumiendo las propuestas de coreógrafos extranjeros, sin rendirnos en el empeño de seguir desarrollando los nuestros; enfrentando nuevos proyectos, rescatando lo más significativo de nuestro repertorio, compuesto por más de 700 obras; algunas pueden estar pasadas de moda, pero existen otras que no han perdido su encanto, que todavía hoy pueden emocionar, que aún resultan muy interesantes y que, sobre todo, conectarán más a los jóvenes con esa parte de nuestra historia que no debemos olvidar.

“Próximamente, mientras una parte de la compañía esté de gira por España, la otra que permanece en Cuba llevará a la escena no solo en La Habana, sino también en el Teatro Eddy Suñol de Holguín —está ocurriendo justamente este fin de semana—, clásicos dentro de nuestro repertorio como Estudios para cuatro, en el que el maestro Iván Tenorio enfrentó los maravillosos tangos de Astor Piazzola desde la danza clásica; y como esa joya llamada Muñecos, del maestro Alberto Méndez, tan hermosa y emotiva que siempre nos aprieta el corazón.

“Cuando en enero asumí la subdirección artística ya la planificación de 2019 estaba hecha, no obstante, pretendo cambiarla de la mitad del año en adelante, o sea, tras el regreso de las presentaciones de La Cenicienta y El lago de los cisnes en teatros de Oviedo, el País Vasco, Andalucía, Madrid y Barcelona. Mi nueva visión se podrá apreciar a partir de las funciones de la temporada de noviembre, con las que celebraremos, durante tres semanas en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, los 500 años de nuestra querida capital.

“En esa oportunidad incluiremos una coreografía de Alexei Ratmansky, coreógrafo residente del American Ballet Theatre (ABT) y entre los más aclamados de la actualidad, y quien se desempeñara como director artístico del Bolshoi. Tuve la oportunidad de encontrarme recientemente con él en Nueva York y será muy enriquecedor tener entre nosotros a quien ha reconstruido ballets de Marius Petipa con las anotaciones de Stepanov, al tiempo que es autor de fabulosas creaciones que interpretan las más importantes compañías del mundo. Qué bueno que después de nueve años de negociaciones ese sueño por fin se materializará. Como antes también hicieron notables artistas, Alexei Ratmansky ha accedido a entregarnos su ballet, sin ningún otro interés que recibir el aplauso agradecido del público cubano.

“La presencia de Concerto DSCH, de Ratmansky, será un crédito relevante para la compañía. Acciones como estas contribuirán a afianzar ese lugar de privilegio que siempre ocupó el BNC en la escena mundial. En ese sentido, te puedo anunciar que en nuestros planes del próximo año se halla sumar al repertorio piezas de otros muy cotizados coreógrafos como Justin Peck (New York City Ballet, NYCB) y Kyle Abraham (Paul Taylor Dance Company), y que estas convivan con las extraordinarias versiones de los clásicos realizadas por nuestra Alicia, que preservaremos y pondremos en cartelera.

“Porque si algo tengo también claro es que resulta necesario bailar esas obras monumentales que son las que mantienen el ritmo y el entrenamiento histriónico, técnico y virtuoso de un bailarín, mientras que deberemos incluir piezas capaces de despertar esas mentes jóvenes, que propicien un intercambio cercano con los coreógrafos, como estrategia para que la compañía crezca artísticamente”.

—No hace mucho las redes sociales dieron cuenta de tu presencia en Nueva York y de la posibilidad real de que se establezca un intercambio más frecuente con compañías estadounidenses de renombre, con sus directores…

—Esa fue la idea. En esta ocasión me entrevisté con Kevin McKenzie y Kara Medoff Barnet, director artístico y ejecutiva del ABT, respectivamente. También con los directores artísticos del NYCB, Wendy Whelan y Jonathan Stafford, y la directora ejecutiva, Katherine Brown. Igual de provechoso fue el encuentro con Linda Shelton, directora del Joyce Theater, un teatro pequeño de Nueva York, de solo 400 lunetas, pero muy influyente en el mundo de la danza.

“El Joyce Theater abre puertas. En su escena se presenta de manera estable la compañía cubana Malpaso. Ellos mostraron interés en llevar al BNC en un formato más pequeño, con piezas contemporáneas, y la colaboración puede expresarse en término de proponer coreógrafos que puedan trabajar con nosotros. Son nuevas oportunidades de intercambio que responden a la alta estima en que ponen la tenacidad de Cuba, a que saben cuánto es apreciada la danza en nuestro país, cómo es de popular…

“En estos encuentros les pedí de manera muy especial al ABT y al NYCB que el próximo año se nos unieran en la conmemoración de los cien años de Alicia. Se trata de dos compañías con las que mantuvo una relación cercana. Les solicité que ofrecieran una gala especial y recibieron la idea con agrado. Se mostraron muy receptivos. Realmente regresé muy contenta de esos contactos. Creo que fue muy positivo que me conocieran personalmente, que pudiera presentarme”.

—Todos quedaron muy expectantes de lo que podía resultar de los posibles vínculos con Acosta Danza. ¿Eso significa que esas tantas figuras que han realizado sus carreras en otros países podrán actuar junto a la compañía más allá del Festival de Ballet?

—Nos hemos propuesto, quizá para el año que viene y en lo adelante, programar temporadas más largas que permitan que no solo nuestros bailarines se destaquen, y que cada uno pueda probarse una y otra vez; no solo entrenarse para una función y luego no bailar más ese ballet hasta dentro de dos años cuando se vuelva a reponer, sino que dentro de una misma temporada tengan la oportunidad de reafirmarse en sus personajes y sentirse más cómodos.

“Con temporadas más extensas podemos proponer que alguna que otra pareja se nos una, o que un bailarín venga a bailar con una de nuestras muchachas, y viceversa, lo cual también se podría dar a nivel internacional, como sucede durante el Festival. Debo decir que no han sido pocos los bailarines, magníficos artistas, que se me han acercado desde que asumí esta responsabilidad, no solo para felicitarme, sino también para brindarme ayuda, colaboración; coreógrafos que me han ofrecido sus obras completas desinteresadamente… Estrellas como David Hallberg, del ABT; o como Mathias Heymann, de la Ópera de París, me han expresado sus deseos de actuar en Cuba, están muy ansiosos. Sería una maravillosa vivencia para nuestros bailarines porque apreciarían otras escuelas.

“Mi propósito no es invitar únicamente a bailarines, sino además a maestros… No quiero adelantar muchos nombres, pero es probable que a finales de año esté en nuestra sede Julio Bocca para impartir clases y tomar ensayos, es decir, la idea es convocar a maestros de un reconocimiento internacional para que nos actualicen, sin que ello entre en conflicto, como he dicho antes, con los preceptos de la metodología cubana, sino que se enfrasquen en esos necesarios refinamientos que debemos añadir a nuestra forma de bailar. Se trata de explotar al máximo aquello que contribuya al desarrollo: talleres con coreógrafos, nuevas coreografías, bailarines de otras formaciones… Intercambios de todo tipo”.

—Como subdirectora artística tienes que ver con la programación, con los castings, las promociones, la planificación del año… Se dice que con frecuencia abres audiciones para quienes quieran probarse…

—Cuando me dirigí a la compañía por vez primera como subdirectora artística, les aseguré que aquí todos iban a bailar, que no habría favoritismos: todo aquel que demuestre deseos, interés de bailar y estar preparado, tendrá el papel. A través de audiciones y de una buena selección, les iré dando oportunidades, tanto al más joven como al más experimentado.

“En la pasada temporada de Cenicienta se estrenaron varias muchachas que poseen un enorme talento. Cierto que debemos seguir trabajando con ellas, pero sé cuánto puede repercutir a favor del desarrollo el hecho de verse en medio de una audición, con ese nervio, con ese empeño de obtener un rol, preparándose a conciencia para conseguirlo.

“Se trata de hacer que se despierte el interés, que no se sientan acomodados ni piensen que siempre les daremos los mismos roles a los mismos, y quién sabe, a lo mejor de esas audiciones salga un talento que nadie había visto, que estaba oculto. A ese hay que darle la oportunidad, porque ahora es el momento”.

—La responsabilidad que llevas es grande y, sin embargo, está claro que Viengsay no va a dejar de bailar. ¿Cómo te las arreglas? Porque además estamos hablando de una bailarina muy internacional, que constantemente está siendo invitada a galas por el mundo. Me preocupa esa guerra interna que se puede producir…

—Realmente he recibido varias propuestas este año que he tenido que declinar, justamente porque si esta es mi primera etapa quiero tenerlo todo muy bien organizado. Apenas tres meses después de mi designación se me presentó la primera gran gira internacional: ¡de dos meses nada menos!, pero el cúmulo de trabajo era enorme, y preferí sacrificar esas actuaciones para garantizar que mi entrada no fuera tan caótica. Sin embargo, he sabido cumplir con cada una de mis responsabilidades, gracias, también, al magnífico equipo que me acompaña: la regisseur Ocilia Pedrera, mis asesores Alberto Méndez y Aurora Bosch; Heriberto Cabezas, director de Relaciones Públicas, que también me ha dado un gran apoyo… Juntos hemos logrado concretar muchos proyectos.

“Creo que entré a la dirección con un buen ritmo, sin dejar de bailar, programando todo: desde los elencos hasta las giras, haciendo las programaciones del resto del año, incluso enero de 2020 ya está planificado. Ha sido intenso, porque luego viene la gira por España que me ocupará por dos meses… Cierto que he tenido que hacer sacrificios personales, dejar a un lado compromisos internacionales, pero, te repito, ante una responsabilidad tan grande, debo estar muy enfocada”.

—¿Cómo hace la bailarina, que debe estar bajo mucho estrés, para seguir siendo tan excelsa en el bailar? ¿Cómo es un día de Viengsay Valdés?

—Pues yo llego, tomo mi clase, trato de ensayar en la primera hora para poder tener el resto del día disponible para otras tareas; en ocasiones, hago ensayos también. Por la tarde programo las reuniones… Ya pasó, pero hubo un momento en que estuve también involucrada en mi tesis para graduarme en el Instituto Superior de Arte (ISA): estudiando, investigando, escribiendo… Llegaba y me acostaba muerta del cansancio, pero al otro día estaba lista para avanzar un poco más, hasta que logré finalmente hacer la defensa.

—Que, por cierto, te otorgaron cinco puntos. ¡Felicidades!

—Gracias, José Luis. Esa etapa fue muy dura, porque no dejé de bailar; fui jurado también del Encuentro Internacional de Academias de Ballet. Salía del Gran Teatro y me iba para la escuela, o sea, fue tanto, tanto… Quienes sí me pelean mucho son mi mamá y mi esposo, para que cuide mis horarios de comida porque a veces me dan las dos, tres, cuatro de la tarde y no pruebo bocado… Debo velar por mi espacio para hacer ejercicios… Dividir mi día es bastante complicado, porque suele ser superintenso, pero trato de cumplir conmigo, con los demás y aún más. Trato de darlo todo”.

—Esto de ser jurado del Encuentro de Academias, ¿es una estrategia para observar la cantera?

—Llevo varios años siendo jurado del Encuentro, lo cual me permite acercarme aún más a la escuela, aunque siempre he estado muy próxima a ella; de hecho, soy asesora de la Escuela Nacional de Ballet. Siempre he tenido esa inquietud por visitar ese centro que es como mi casa, por ver cómo andan los alumnos, por tomarles algún ensayo; buscando cómo corregirles, tratando que bailen las versiones cubanas de los ballets, porque luego llegan a la compañía y no las dominan. Ese acercamiento es como un termómetro que me posibilita medir el nivel, la calidad del proceso de formación…

“Ahora que ocupo la subdirección artística del BNC, seguramente me implicaré todavía más con la escuela, con la metodología cubana, con la manera en que se logran bien los pasos para que no se arrastren errores… Será una carga mayor, pero se trata del presente y del futuro”.

—La de España es tu primera gira como subdirectora…

—Dos meses, estaremos actuando por toda España. En la mayoría de los teatros bailaremos Cenicienta y solo en Madrid y Barcelona haremos El lago de los cisnes. Duro, porque es una gira larga, con muchos viajes, muchas funciones… Por suerte son ballets con los cuales hicimos temporadas este año, es decir, que ya los tienen un poco más dominados. Ojalá logremos captar la atención de la crítica; esperamos en giras venideras llevar otras propuestas para que no nos cataloguen de bailar siempre lo mismo.

—Antes, durante giras largas, la parte de la compañía que permanecía acá se presentaba en nuestros teatros…

—En verdad hubo un tiempo en que quienes se quedaban no hacían nada, pero hemos querido recuperar esa práctica. Con nuestra primera bailarina Sadaise Arencibia a la cabeza, conformé un programa que pudiera significar una oportunidad para estos muchachos jóvenes, incluso vamos a tomar de la Escuela Nacional de Ballet a cuatro muchachas de último año para que se incorporen a estas funciones, les sirva de entrenamiento y puedan sentir lo que representa estar en la compañía; para que aprendan el repertorio… De ese modo, la compañía estará activa, aunque se divida.

—¿Se retomarán también las actuaciones por las provincias?

—Tanto así que una de las primeras solicitudes que le hice al Ministerio de Cultura fue una gira nacional. Hasta el momento solo hemos llegado a Santa Clara y Holguín, pero tenemos que contar con las programaciones en la capital, las giras… Siempre que se pueda estaremos actuando en los diferentes territorios. Así lo haremos en cuanto el Sauto esté listo, pero queremos estar también en Santiago de Cuba, Camagüey, Cienfuegos, Las Tunas… Queremos rescatar esas presentaciones. Sería genial.

—Entonces, muy atareada, aunque supongo que muy feliz…

—Sí, porque estoy involucrada de corazón en muchos proyectos con los bailarines, intentando mejorar sus condiciones de trabajo, la calidad artística; estimulándolos, haciéndoles ver que todos tendrán oportunidades, queriendo que se sientan orgullosos de pertenecer al Ballet Nacional de Cuba, que no pierdan la ilusión. Que si algún día sus carreras toman otro camino, no dejen de venir siempre aquí, a su casa, a bailar para ese público que los vio nacer y crecer, para ese público que con sus aplausos les entregó tanto amor.

Juventud Rebelde

Viengsay Valdés Herrera


ballet, primera bailarina

Cursó estudios en la Escuela Provincial de Ballet «Alejo Carpentier», comenzó a los 9 años y los concluyó en 1994 en la Escuela Nacional de Arte, ambas en La Habana, bajo la dirección de destacados profesores, entre ellos, Ramona de Sáa y Mirta Hermida. Viengsay sufre de asma y había sido aconsejada por sus médicos que el ballet era una disciplina muy fuerte para su condición pero, su fuerte personalidad hizo que se impusiera a esta enfermedad.