Enrique
Serpa
Filis

Enrique Serpa Filis
Foto
Biblioteca provincial Villena
Nacimiento:  
15
/
7
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1900
Fallecimiento:  
2
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12
/
1968

Destacado narrador, poeta y periodista cubano.

Enrique Serpa nació en La Habana. Estudió la enseñanza primaria en una escuela pública de su ciudad natal, en la barriada del Cerro, donde fue condiscípulo de Rubén Martínez Villena. A partir de los doce años, trabajó como zapatero, tipógrafo y mensajero de una tintorería hasta 1916. Tres años más tarde, se separó de su hogar y se marchó a Matanzas para trabajar en un central azucarero, primero como pesador de caña y luego en las oficinas del propio ingenio.

En 1920 Serpa regresó a La Habana y, gracias a la ayuda de Rubén Martínez Villena, consiguió empleo, hasta 1921, en el bufete de Fernando Ortiz. Junto a este, Andrés Núñez Olano y otros intelectuales, participó en las tertulias del Café Martí y se vinculó a la Falange de Acción Cubana y al Grupo Minorista (1923-28). Son estos los años en que Serpa leyó con entusiasmo una gran diversidad de textos del pensamiento y la literatura de Europa (Zolá, Azorín, Flaubert, Maupassant, Unamuno, Valle-Inclán, Galdós), de Latinoamérica (Darío, Rodó) y de Cuba (Martí, Varona, Sanguily), de manera que acumuló una sólida cultura autodidacta.

En 1925, Serpa publicó su poemario La miel de las horas y obtuvo el primer premio de poesía en un concurso convocado por el Diario de la Marina. Estos primeros versos, de gusto modernista y de simbolismo metafísico, fueron los únicos que escribió, pues en lo adelante se dedicaría sólo al periodismo y a la narrativa.

Fue redactor, jefe de corresponsales y de información del periódico El Mundo (1921-1929), así como director literario de Chic (1925) y redactor de Excelsior (1930-1952). Colaboró en otras publicaciones como Cuba Contemporánea, Revista Bimestre Cubana, Gaceta del Caribe, Castalia, Luz, Futuro Social, El Fígaro, social, carteles, bohemia. En 1938 viajó a México, donde escribió para El País. Por sus reportajes "Raid aéreo Habana-Santiago", "Oro en Isla de Pinos" y "Fracasará la revolución en México" mereció premios del género en los concursos auspiciados por la Dirección de Cultura de la Secretaría de Educación en 1936, 1938 y 1939, respectivamente.

Fue condecorado en 1941 por el Trinidad Lions Club a propósito de su libro Días de Trinidad y, en 1942, le fue otorgada la condecoración del Águila Azteca en la embajada mexicana en La Habana. Su artículo "La voluntad ciudadana está realizando un milagro, la transformación de Pinar del Río" recibió el premio Eduardo Varela Zequeira en 1943, año en el que fue considerado Hijo Adoptivo de Remedios.

En 1944, recibió el título de periodista habilitado en la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, así como Diploma de Reconocimiento de los obreros ferroviarios por su labor a favor de sus demandas económicas, a través de las páginas de El País.

Le fue concedido, en 1945, el título de Colegiado otorgado por el Colegio Nacional de Periodistas. En 1946, recibió el Premio Varona de Periodismo por su artículo "Meditación de la posguerra", así como se le rindió homenaje en la ciudad de Nuevitas por sus artículos periodísticos sobre esa localidad.

En 1947, la Comisión de Propaganda y Defensa del Tabaco Habano le otorgó un reconocimiento y, en 1948 y 1949, fue proclamado Hijo Adoptivo de Manzanillo y de la provincia de Pinar del Río, respectivamente. Entre 1952 y 1959 residió en París, donde trabajó como encargado de prensa de la embajada de Cuba en Francia.

En 1953, recibió un Diploma de Reconocimiento otorgado por el Círculo de Periodistas por 30 años como socio de la institución. Viajó por diversos países, entre ellos Estados Unidos, Guatemala, Venezuela, Haití, España, Bélgica, Alemania, Suiza e Italia; y, tras su regreso a Cuba, en 1959, colaboró en Bohemia, Unión, El Mundo, y Mar y Pesca.

Sus libros de crónicas, entre los que se encuentran Días de Trinidad (1939), Norteamérica en guerra (1944), Presencia de España (1947), Jornadas villareñas (1962) e Historia del tabaco (inédita), son todos demostración del talento poético de Serpa y de su preocupación por las realidades sociales de los más humildes. En general, la prosa de estos libros es preciosista y lírica, con un léxico rebuscado y abundante en metáforas.

Por su parte, la obra narrativa de Serpa se caracterizó por el estudio minucioso de los mecanismos psicológicos que mueven a los hombres. Por esto, por la manera en que representaba los ambientes sociales y por el interés por situaciones amargas y angustiosas, su obra ha sido entendida desde el influjo de escritores como Flaubert, Dostoievski y Maupassant. De manera particular, rasgos generales de la estructura de sus cuentos lo son la presentación inicial de un conflicto que va siendo desplazado por otro sin romper la unidad del relato y el comienzo de la narración en pleno nudo, de manera que los antecedentes se ofrecen en retrospectiva. Asimismo, casi siempre los narradores de Serpa dominan, desde la omnisciencia, las perspectivas particulares de los personajes.

Los cuentos de Serpa giran alrededor de tres espacios fundamentales: la ciudad, el mar y la manigua. En sus cuentos urbanos se ha advertido más preocupación por lo psicológico que por lo social; además de un naturalismo sensualista y de un agudo erotismo. Se trata de historias donde Serpa presenta personajes tensados por sus conflictos interiores y por sus impulsos afectivos.

Dentro de esta tendencia pertenecen algunos relatos como “Prostitución”, que es un cuento descarnado sobre este problema social en la capital; “Burócratas”, donde los personajes son empleados de oficinas públicas que viven constantemente bajo amenaza de cesantía, y “Noche de fiesta”, cuyo protagonista, que es poeta y cuentista de origen humilde, se ve atrapado en una relación contradictoria de atracción y odio hacia la alta burguesía.

En sus cuentos del mar, la prosa de Serpa se despoja del esteticismo y hace uso sobre todo de un lenguaje sencillo, desnudo y directo, además de que se interesa más por los conflictos sociales que por las exploraciones psicológicas. Estas narraciones están encaminadas, sobre todo, a la denuncia de la explotación en la que viven los hombres. Ejemplos de esta tendencia serían cuentos antológicos como “La aguja”, en el que se ha visto el germen de una narración como El viejo y el mar, de Hemingway, así como “Aletas de tiburón”, que ha sido traducido a numerosas lenguas y publicado en diversos países.

Por último, en sus cuentos de la manigua, Serpa se recrea en la descripción de los campos cubanos y atiende a conflictos morales relacionados con temas como las luchas de los cubanos por su libertad (“El desertor” y “Contra el deber”), o las vicisitudes de un juez pueblerino que debe hacer de todo para sobrevivir (en específico aquellas narraciones, dieciocho en total, que componen su libro inédito Historias de un juez).

Con su primer volumen de cuentos, Felisa y yo (1937), Enrique Serpa se mantiene todavía vinculado al naturalismo que caracterizó a la narrativa cubana de principios del siglo XX, aunque ya rompe con algunos de esos patrones, sobre todo por el tratamiento psicológico de los personajes. Este volumen demuestra que a Serpa, desde sus tempranas narraciones, le preocupaban los temas sociales vinculados a la miseria, los abusos policiales, la inseguridad laboral y la prostitución, y que siempre fue su propósito denunciar las contradicciones, anomalías o errores de su época y de su país. Muchas veces, la situación económica o los abusos a los que se ven sometidos son los detonantes para que los personajes de Serpa reaccionen de forma explosiva, aunque ello les cueste la muerte. Así ocurre con uno de sus mejores cuentos, “Aletas de tiburón", cuya estructura se dinamiza por los saltos temporales, y cuyo narrador se sitúa en la perspectiva del personaje protagónico para hacer mucho más íntima y dramática la precaria situación económica del pescador y su enfrentamiento con el aparato policial. Este volumen de cuentos también está conformado por otras narraciones donde la intención del autor es la de criticar actitudes humanas negativas como la maledicencia, los prejuicios contra la mujer y el oportunismo intelectual; mientras que en otros lo que importa son las contradicciones íntimas de seres atormentados, indecisos y cercados por el miedo.

Publicado en 1951, el segundo libro de cuentos de Serpa se tituló Noche de fiesta. En este caso, se trata de un volumen donde el pesimismo y la amargura se hacen más profundos en el continuo afán por organizar las historias a partir de los procesos psíquicos de los personajes. En general, en este libro se habla de la imposibilidad de realización humana y de sentimientos de inseguridad, miedo, desconfianza, odio, venganza, celos y envidia. El cuento que le da título al libro insiste, una vez más, en la degradación y el oportunismo de un escritor anulado por la sociedad.

En 1940, Serpa resultó tercer premio en el género de cuento de un concurso convocado por el Consejo Corporativo de Educación, Sanidad y Beneficencia, y con "Odio" recibió el Premio Nacional de Cuento Alfonso Hernández Catá en 1951. Su última incursión en el cuento la constituyó el libro Historias de un juez, que aunque inédito, contiene narraciones que Serpa fue publicando en algunas revistas de los años ‘60. Es este un libro donde incursiona en un costumbrismo crítico hasta entonces no visto en su obra. Su proyecto en este caso era el de conformar un volumen a medio camino entre la colección de cuentos y la novela de episodios.

La primera novela de Serpa, Contrabando, le mereció el Premio Nacional de Novela en 1939 y el premio Antonio Bachiller y Morales , otorgado por una encuesta del periódico Avance en 1952. Esta es sin dudas la obra maestra de Serpa, además de que se trata de una de las novelas de mar más interesantes e intensas de la literatura cubana. La acción se desarrolla aproximadamente en 1927 y tiene como asunto el contrabando de ron de Cuba a los Estados Unidos en el contexto de la Ley Seca. Sin embargo, la lectura que pretende es más totalizadora, puesto que en general la novela también nos habla de las relaciones sociales que se dan entre los pescadores desposeídos, encabezados por el personaje de Cornúa, y el Almirante propietario de la embarcación donde trabajan. Por el tratamiento de los escenarios y ambientes, de los personajes –algunos de los cuales se ven envueltos en estados patológicos–, y de los acontecimientos sórdidos en que estos se ven atrapados, Contrabando se revela como una novela naturalista deudora de la narrativa de Zola. Sin embargo, resulta novedosa para la narrativa cubana, en el contexto de los años ‘30, la incorporación de técnicas como el flujo de conciencia, lo cual responde a su interés por las exploraciones psicológicas.

Con La trampa, novela publicada en 1956 y escrita durante su estancia en París, Serpa se interesó por los choques gansteriles entre grupos políticos armados que surgieron en Cuba posteriormente a la lucha contra Machado. Se trata de una novela donde el ambiente habanero está representado a partir de sus diferentes estratos, aunque se idealizan personajes y situaciones. Por esto último, ha sido acusada de ser una obra superficial, que no profundiza en las consecuencias verdaderas de la situación de horror y violencia que presenta. En esta novela se reiteran temas de Serpa como la desesperación y el vacío interior de los personajes, sobre todo de sus dos protagonistas, Fileno y Marcelo Miró, condenados ambos a una existencia trágica y una muerte inútil.

Era, un estupendo fotógrafo. A mediados del 30, con una Retina primero y una Leica después tomaba fotos de todos los lugares donde lo llevaba su labor periodística, y las utilizaba para ilustrar sus reportajes. Incluso tenía su cuarto oscuro, donde la revelaba, imprimía y ampliaba. Como dato curioso, Núñez Jiménez utilizó algunas en uno de sus folletos y Bohemia puso la foto de un veguero en su portada.

Fuente: EnCaribe.org