Víctor
Batista
Falla

Víctor Batista Falla
Foto
OnCuba News
Nacimiento:  
1933
Fallecimiento:  
12
/
4
/
2020

Víctor Batista fue un cubano «fuera de serie», y su muerte en La Habana es increíblemente simbólica. Un editor y mecenas, tío de la duquesa María Teresa de Luxemburgo.

Hijo de dos familias ricas y poderosas en Cuba– las que supieron aportar ampliamente al país–, Víctor Batista Falla, era, como hubiera querido Martí, “un escolar sencillo”. Este maestro de la cubanidad, fue un eterno estudiante, con un inagotable afán de desentrañar las raíces y consecuencias de nuestra nación.
Mecenas generoso de la literatura cubana en el exilio, no se desentendió, como otros, de la realidad interna del país. Por el contrario, en los últimos años luchó para que los libros de su Editorial Colibrí pudieran colocarse en la Feria del Libro de La Habana y estar al alcance de los lectores cubanos.

No solía desgastarse en nostalgias inútiles, sino que miraba siempre hacia el futuro. Le preocupaba más cada proyecto nuevo que los logros alcanzados. Dominaba el ya extinto arte de conversar. Charlar con él era una fiesta para el espíritu.

Víctor sabía escuchar, rara cualidad entre cubanos. Durante sus años en Nueva York financió y dirigió una estupenda revista “exilio”–así era el título, con minúscula, muy a fin con su personalidad, pues huía de todo protagonismo–, con firmas como las de Humberto Piñera Llera, Eugenio Florit, José Gómez Sicre, Lorenzo García Vega, Julián Orbón, Ana Rosa Núñez, Carlos M. Luis, Alberto Baeza Flores. Lourdes Casal, José Ignacio Rasco, y tantos otros.

Nacido en 1933, Víctor tenía, aunque no lo pareciera, 87 años. Si hubiera fallecido en Madrid de causas naturales, su pérdida hubiera provocado la misma tristeza pero tal vez no el mismo asombro.

Murió el domingo 12 de abril del coronavirus en La Habana donde se encontraba desde el 6 de marzo. Era su primera visita a su ciudad natal desde que se marchó hacía 60 años. Dada la situación en Madrid, lo más probable es que ya llevara el virus consigo. Tal pareciera que consciente o inconscientemente fue a terminar sus últimos días a La Habana, en un gesto final de justicia poética, reclamando su derecho a morir en casa, regresando físicamente a esa tierra que nunca abandonó, sino que por el contrario, fue siempre para él una persistente ilusión.


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