Nació en el suroriente cubano, en la Villa del Guaso, pareja, sus padres el doctor en farmacia don Pablo Jané Trocné y su prima Julia Jané Escobedo.
Sí, cuando el siglo XX está amaneciendo, a la guantanamera familia Jané-Jané llega un niño, que llaman Julio. Pablo, murió joven y antes de expirar expresó su última voluntad: le gustaría que Julio estudiara y se convirtiera en un gran médico. Para poder hacer realidad su sueño, dejaba como heredera a su joven esposa de una apreciable fortuna, que incluía una extensa zona del sur de la ciudad, conocida como La Isleta, que se extendía hasta la bahía de Guantánamo.
En 1909, a los ocho años de edad enviaron al niño a estudiar a Barcelona, donde permaneció hasta 1915, cuando cumplió los 14 años y terminó la enseñanza primaria. Regresó a Guantánamo y continuó los estudios en el Colegio Dolores, en Santiago de Cuba, donde cursó los estudios de bachiller. Ese centro contribuyó a forjar una voluntad férrea y un espíritu hecho para el sacrificio.
Tras graduarse en 1920, inició los estudios en la Escuela de Medicina de París al año siguiente, sobresaliendo entre los estudiantes latinos por su entrega al estudio con un apasionado afán de investigación. De 1922 al 1927, obtuvo siempre brillantes notas y sus profesores en las disciplinas académicas lo destacaban siempre como referente de las prácticas médicas.
A la edad de 27 años encontraremos a Jané como asistente de esa gloria de la ciencia mundial que fue la polaca Marie Curie -nacida Marja Sklodowska-, en el Instituto del Rádium, en París. Durante varios años asistiría en sus investigaciones -hasta la muerte de la científica- a aquella cúspide del saber.
Julio Jané se graduó de Medicina en las universidades de La Sorbona y de La Habana. Superó los exámenes de residente en el francés Centro Anticanceroso Croix Saint Simon (1923). En 1925 se convierte en el primer latinoamericano especialista en Radiología y Radiodiagnóstico. Dos años más tarde, es propuesto para ocupar la dirección de los servicios quirúrgicos del Centro Anticanceroso del Hospital Lariboisière, de París.
Entre otras muchísimas calificaciones, obtiene el grado de técnico en energía nuclear, expedido por el Instituto de Estudios Nucleares radicado en Oak Ridge, Tennessee, el lugar de los Estados Unidos donde se desarrolló la bomba atómica. Ya disfrutaba de renombre en el mundo científico mundial, y no le faltan ofertas en París, que rechaza para ejercer en su país.
Armado de su talento y de la sólida preparación adquirida, Julio Jané fue un hombre de avanzada en la ciencia de Cuba, adonde regresa en 1937.
Decidió entonces volver a Cuba y llegó a Guantánamo en las Navidades de 1937. Deseaba establecerse en su tierra natal y con cierto aire de romanticismo servir a los suyos como médico. Pensó en practicar la medicina privada y conceder un día de consulta gratuita. Ante el abandono de la sanidad que había entonces, contribuyó a organizar una campaña de higiene pero fuerzas movidas por oscuros intereses políticos y de enemigos gratuitos, lo acusaron de subversivo por respaldar aquella loable iniciativa.
Tomó entonces la decisión de establecerse en La Habana. Conoció y se casó más tarde con Juana Concepción Reyes y auxiliado por su joven esposa, el Dr. Jané fundó en el Vedado el Centro Privado de Electroterapia y Radioterapia. Era el comienzo de una nueva etapa.
En 1942 con el apoyo de otros colegas organizó la Primera Jornada de Cancerología y contribuyó a fundar después, el Instituto del Radio, adjunto al Hospital Reina Mercedes. En estos años no le faltaron ofertas para trabajar en Barcelona y Nueva York, donde recibiría un jugoso salario, propuestas que rechazó.
Ya establecido retomó un viejo sueño: trabajar en un amplio y costoso proyecto que permitiera aplicar la energía nuclear en su uso pacífico para la cura del cáncer y la conservación de los alimentos.
Intentó entonces el sueño de crear en la propiedad La Isleta, al sur de su ciudad natal, un centro científico. Quiso convertir aquel lugar en un centro para la crianza de animales destinados a las investigaciones médicas y cultivos sometidos a la tecnología aplicada de las radiaciones para su conservación pero encontró falta de apoyo, lo que provocó la frustración de su más querido sueño de hombre de ciencia.
En Cuba puso la electrología en función de la rehabilitación y de la fisioterapia. Sus experimentos crearon un novedoso método para diagnosticar el cáncer, y se ocupó de la aplicación del ultrasonido, cuando este recurso aún se hallaba en ciernes. Trabajó exitosamente en la rehabilitación de poliomielíticos y fue un enemigo jurado de las técnicas invasivas.
En El Vedado le dio vida al Centro de Electroterapia y Radioterapia. Contribuyó a fundar el Instituto del Radio, adjunto al Hospital Reina Mercedes, a la vez que le llovían ofertas para trabajar en Barcelona o Nueva York.
Colaboró Jané con el físico atómico norteamericano Paul C. Aebersold (1910-1967), uno de los grandes en las aplicaciones pacíficas de la ciencia nuclear, con quien compartió la simpatía por la naciente revolución cubana. Quizás esto explique por qué el estadounidense murió, en raras circunstancias, al caer de un rascacielos, en un hecho que los servicios especiales norteamericanos quisieron mostrar como un suicidio, provocado por desequilibrio psíquico.
No fue solo el doctor Julio Jané un científico de punta, sino también hombre de altas virtudes ciudadanas.
Nada tuvo de casual su arraigada amistad con Eduardo Chibás, con quien compartía sueños de mejoramiento popular. (Cuando el líder ortodoxo se encuentra herido por propia mano, a Jané le impiden formar parte de la junta médica que discutía el caso. Esa negativa hizo que muchos pensasen que una conspiración acabó con la vida del adalid).
En medio de la indiferencia oficial por la salud, efectúa charlas públicas en la universitaria Plaza Cadenas, con el fin de instruir médicamente al pueblo. Tal acción sería calificada de subversiva por los esbirros de la dictadura de Fulgencio Batista.
Preocupado por la agricultura y la alimentación popular, aboga por conservar los alimentos mediante la radiación, pues, decía,”sembramos para podrir”.
Les declaró la guerra a las compañías transnacionales que agregaban sustancias cancerígenas a los alimentos.
Batista -usurpador en el poder- pretendió desarrollar un proyecto nuclear y un congreso sobre esa materia, que no iban a pasar de ser sino mascaradas. Jané se opuso y, apoyado por científicos de sólido prestigio, entre ellos el doctor Aebersold, logró frustrar los politiqueros intentos.
Aquel guantanamero descendiente de mambises, grande por el cerebro y por el corazón, fue un incondicional de su patria hasta el día 8 de agosto de 1973, cuando bajó a la fosa en el Panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Del doctor Julio Jané Jané se ha comentado que no valoraba el Código de Hipócrates como un mandato frío, menos como un texto de formalidad profesional y vaga importancia -solo útil para citarlo en los discursos-, sino que lo asumió como un compromiso vital.
El Dr. Julio Jané Jané no dejó de creer nunca en el mejoramiento humano: ese fue el principal sentido de su existencia. Y esa vida se apagó en la mañana del 8 de agosto de 1972, a los setenta y un años, dejando una estela de amor en su familia, en la ciencia y en su pueblo.