Carlos Alberto
Boissier

Carlos Alberto Boissier
Bolito, el poeta Mambí, Oscar
Nacimiento:  
10
/
9
/
1877
Fallecimiento:  
10
/
3
/
1897

Poeta nacido en Matanzas, lo llamaron el Poeta Mambí. Era conocido como Bolito y usó el seudónimo Oscar.

Nace en Matanzas, el 10 de septiembre de 1877. Realizó sus primeros estudios en el colegio matancero El Amigo de la Infancia. Más tarde, en 1893, se graduó de bachiller en el Instituto de la propia ciudad. Periodista revolucionario que durante su breve exilio en Tampa colaboró en El Expedicionario y en Patria.

En 1894 fue nombrado escribiente y estacionario de la biblioteca del Liceo de Matanzas. Ese mismo año representó como actor su obra Bolitoneida, monólogo tragicómico en una sola escena y un solo personaje escenificado en el Liceo. En este ocupó la secretaría de la Sección de Declamación.En febrero de 1896 emigró a Tampa. En mayo de ese mismo año llegó a las costas de Cuba con la expedición del Bermuda, que fracasó totalmente.

Colaboró con poemas en La Aurora de Yumurí, Artes y Letras, El Álbum de las Damas, El Fígaro, La Habana Elegante. Utilizó el seudónimo Oscar y era conocido por Bolito. A comienzos de 1897, enrolado en la expedición del Three Friends arribó a la costa norte de Pinar del Río. Poco tiempo después enfermó y fue descubierto por los españoles, quienes le dieron muerte a machetazos.

Obras
En el destierro, 1896
Por la patria, 1896
Tras la bandera, 1897
Resurrección

Poco después de haber arribado a Cuba, en una expedición que desembarcó por Pinar del Río para incorporarse al Ejército Libertador, muere el joven poeta Carlos Alberto Boissier. Fallece el 10 de marzo de 1897 en Pinar del Río.

Haber sido patriota es ya una condición que enaltece al ser humano. Que su sangre mambisa haya sido derramada en los campos donde se gestaba la libertad patria en el decimonónico cubano, es un honor. Ser poeta lo distingue, porque denota una sensibilidad especial, búsqueda de perfección y trabajo paciente. Morir joven, muy joven, es una pena grande y lamentable. Estas circunstancias se aunaron en la personalidad de Carlos Alberto Boissier, otro de los numerosos escritores del siglo XIX que el tiempo y el olvido han sepultado hasta la injusticia.

Su obra más destacada se inscribe en la generación de escritores y, específicamente, de poetas de la guerra. Su nombre brilla con luz propia junto a los de Pedro Figueredo, Carlos Manuel de Céspedes, Miguel Gerónimo Gutiérrez, Antonio Hurtado del Valle, Ramón Roa, Diego Vicente Tejera, Enrique Hernández Miyares, Bartolomé Masó Márquez, Francisco Sellén, Enrique Loynaz del Castillo, Federico y Carlos Pío Urhbach, José Silvestre, Manuel Castellano Abreu y Aurelia Castillo de González.

A decir del reconocido poeta y ensayista Roberto Manzano —laureado con los premios Nicolás Guillén, La Rosa Blanca y Samuel Feijóo—, la lírica que matizó los años de la Guerra de Independencia en Cuba, más que un movimiento literario surgió de la necesidad de expresar los sentimientos patrios, no solo con la fuerza del machete sino también con la convicción creativa de quienes marchaban a la manigua con un único anhelo, librar a su tierra de la afrenta colonial.

«Acudió al largo y violento proceso de la forja, desde todos los veneros sociales, el verso rápido y suelto, alegrando, testimoniando, empujando. El verso ayudó en la manigua a la sobrevivencia, a enhebrar voluntades, a esclarecer estrategias, a compensar pérdidas, a estimular triunfos, a vendar heridas, a resucitar muertos. Tres cubanos debajo de un gajo, y ya el verso crecía desde los labios, empujado por las manos curtidas del machete. Cuatro taburetes bajo una cobija rasgueando sus guitarras en la lejana noche de la costa, y ya se veían llegar en el verso los expedicionarios, entrar famélicos en los campamentos, alborozarse en el anillo silvestre de los encuentros. Todo lo representó el verso cuando en Cuba se derramó en la intemperie a plantar en el viento la bandera recién bordada».

En acentuada rima, Carlos Alberto Boissier cantó a su patria y sufrió el destierro:

¡Oh, qué triste, qué triste es mi vida;
el pensar me quebranta y me agobia;
sólo pienso en la tierra querida,
donde tengo mi hogar y mi novia!
Al calor de la dicha, mi mente
se forjaba mil sueños de amores,
y un país de magnífico ambiente
saturado de esencias de flores.
Yo era entonces febril visionario,
deslumbrado por vivos reflejos,
y no pude mirar el calvario
que elevaba su cima a lo lejos.
Hoy la cruel pesadumbre me mata,
y veo obscuro el cercano horizonte
que su sombra en el cielo dilata
y que envuelve la cumbre del monte.
Nuestra patria a luchar nos convida,
y alejando el pesar que me agobia,
yo le ofrezco mi sangre y mi vida
a la tierra lejana y querida
donde tengo mi hogar y mi novia!

(Fragmentos de “En el destierro”, 1896)

Boissier no solo fue un hombre de lucha sino también de grandes pasiones amorosas:

En una alcoba que huela a flores
gozar quisiera de tus amores
con las delicias de la pasión,
y entre los besos y las caricias
te enseñaría las mil delicias
que guarda ocultas mi corazón.

La anterior es la primera estrofa de un largo poema suyo titulado “Para mi novia”,(3) fechado en 1896, cuando Carlos Alberto Boissier contaba tan solo con 19 años y la vida aún se vislumbraba luminosa para él.

Matancero nacido el 10 de septiembre de 1877, Carlos Alberto realizó sus primeros estudios en el colegio El Amigo de la Infancia, de su ciudad natal. Sin abandonar la tierra que le sirviera de cuna, se graduó de bachiller y en 1894 se le nombró escribiente y estacionario de la biblioteca del Liceo de Matanzas. Fue por entonces cuando representó como actor su obra ¡Bolitoneida!, monólogo de una sola escena y un solo personaje, de carácter tragicómico, que legaría a su existencia el mote cariñoso de “Bolito”, al cual respondía gustoso al escucharlo en voz de sus amigos.

En el propio Liceo que lo vio representar su obra ocupó también el cargo de secretario de la sección de Declamación y debió ser uno de los jóvenes más queridos por su disposición para las artes, prestancia, carisma y por si fuera poco, facilidades para codearse con las musas. Sus colaboraciones no tardarían en aparecer en La Aurora del Yumurí, Artes y Letras, El Álbum de las Damas, El Fígaro y La Habana Elegante.

En febrero de 1896 emigró a la urbe norteamericana de Tampa, y no habían transcurrido sino tres meses cuando se enrola en una expedición de vuelta a su patria, en favor de la justa causa libertaria. Durante esta breve estancia en Estados Unidos —afirma su amigo y crítico José Manuel Carbonell— «[…] escribió sus mejores poesías, empapadas de amor, pletóricas de patriotismo y plenas de presentimientos que fatalmente se cumplieron».(4)

Tales poemas se publicaron en la revista El Expedicionario, y complementan las dos vertientes del poeta, a saber, la lírica amorosa y la revolucionaria. En la nación norteña colaboró además en el periódico Patria del Partido Revolucionario Cubano.

La citada expedición de 1896 fracasó, pero Boissier junto al resto de los patriotas no cejaron en su empeño y un año después, tras largas noches de encuentro para ultimar detalles y con la valiosa colaboración de los cubanos emigrados, los independentistas se enrolaron, a comienzos de 1897, a bordo del Three Friends, que desafió las crispadas aguas y los gélidos vientos para llevar los bastimentos de guerra hasta la costa norte de la occidental provincia de Pinar del Río.

Una vez en tierra y prestos al combate, el joven soldado sufrió las nefastas consecuencias de las bajas temperaturas del exilio y la fustigante humedad del trópico. Cayó prontamente enfermo en la manigua insurrecta hasta ser descubierto por las fuerzas colonialistas, que le dieron atroz y cobarde muerte, el 10 de marzo de 1897. Seis meses separaban al poeta mambí de alcanzar los 20 años de edad.

Carlos Alberto Boissier, en su corta existencia, dejó una abundante muestra de su obra. Decir que su muerte truncó una carrera talentosa en las letras y una vida de imprevisibles realizaciones puede resultar común en estos casos, pero nos resulta inevitable.

Al alejarse de su natal Matanzas en 1896, el poeta escribió: «[…] tu recuerdo jamás, ¡oh Cuba!, podrá borrarse de mi memoria».